
5 DE DICIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. Una simple caminata por San Martín Sacatepéquez, en el altiplano occidental de Guatemala, revela la profunda transformación que el dinero enviado desde Estados Unidos está obrando en el paisaje. La tradicional vivienda de adobe o ladrillo encalado está siendo reemplazada por imponentes edificios de hormigón de dos o tres pisos, con fachadas de colores vibrantes como turquesa y amarillo, balcones metálicos, y amplias cristaleras. Estas estructuras, conocidas como «casas de remesas«, son el resultado visible de años de arduo trabajo en el extranjero, en lugares como California, Texas o Virginia, de guatemaltecos que sueñan con construir un hogar de estilo «americano» en su tierra natal.
Guatemala, el país más poblado de Centroamérica con 18.5 millones de habitantes, cuenta con aproximadamente 3.6 millones de sus ciudadanos residiendo en Estados Unidos, la mayoría en situación irregular. Este flujo migratorio ha generado una dependencia económica notable. En los primeros nueve meses de 2025, los emigrantes enviaron remesas por un valor impresionante de $\$14.4$ mil millones de dólares, lo que representa cerca de una quinta parte del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Esta cantidad no solo cubre necesidades diarias, sino que un $21\%$ se destina directamente a la construcción y mantenimiento de viviendas.
El Impacto Trump en el Flujo de Dinero
Un factor que ha condicionado el volumen y el destino de las remesas es la política migratoria en Estados Unidos. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, a pesar de las campañas contra inmigrantes ilegales, no ha aumentado las deportaciones de guatemaltecos por encima de los niveles de la administración anterior. Sin embargo, el valor de las remesas ha experimentado un marcado aumento del $19.8\%$ respecto al año anterior. La investigadora urbana Inés Vachez interpreta que este incremento puede deberse al pánico de los migrantes: «tienen que mandar lo más que puedan por las políticas migratorias de Trump», ante el temor de ser deportados en cualquier momento.
La historia de María, residente de San Martín Sacatepéquez, ejemplifica este fenómeno. Su madre emigró a Virginia en 2011 con el objetivo de limpiar casas, impulsada por el deseo de replicar en Guatemala el estilo de las viviendas que limpiaba en EE. UU. Tras once años de ahorro, envió el dinero y un diseño «americano» para construir su «casa de remesas«, una vivienda imponente y colorida que contrasta con la humildad de su entorno rural. María maneja la tienda instalada en la planta baja, un negocio que, junto a las remesas de su madre, les permite subsistir y simboliza la materialización del «sueño americano» en el altiplano guatemalteco.

Un cambio crucial en la arquitectura de remesas está siendo impulsado directamente por la incertidumbre generada por las políticas migratorias estadounidenses. El arquitecto local Jordi Muñoz, especializado en este tipo de construcciones, señala que la inestabilidad ha modificado las prioridades de sus clientes. «Ahora quieren tener sí o sí locales comerciales en las casas», afirma Muñoz. Esta necesidad de un ingreso alternativo en caso de deportación ha consolidado el uso mixto (comercio abajo y vivienda familiar arriba) como un elemento casi indispensable en las nuevas construcciones. Esto convierte cada «casa de remesas» en una potencial red de seguridad económica, más allá de ser solo un hogar.
Una Cultura de Competencia y Modernización
El impacto de las remesas no se limita al estilo de las viviendas, que ahora buscan ser más grandes, amplias, modernas, coloridas, y a menudo automatizadas con luces LED, sino que ha generado una «cultura de competencia». Antonio, maestro de obra en la aldea rural Pasar Primero, construyó una mansión que combina estilos coloniales y estadounidenses para su hijo Maynor, quien le envía remesas cada quince días desde California con el sueño de tener la casa «más grande y bonita de su pueblo». Estas construcciones ostentosas, que contrastan con el entorno de casas de adobe, reflejan no solo un logro económico, sino también una competencia social por la ostentación del éxito obtenido con el trabajo en el extranjero.







