
El cardenal Robert Sarah, una figura clave dentro del Vaticano y conocido por sus posturas conservadoras, ha desatado una controversia con su reciente advertencia sobre la islamización de Occidente. El purpurado africano no dudó en señalar las graves consecuencias de esta tendencia, afirmando que si «el cristianismo desaparece en Europa, el mundo estará amenazado». La contundencia de su mensaje reside en la convicción de que la erosión de las raíces cristianas europeas es, en el fondo, un riesgo existencial para la civilización global, abriendo la puerta a fuerzas que podrían desestabilizar el orden actual.
La Pérdida de Identidad: El Vacío que Preocupa al Cardenal
Para el cardenal Sarah, el problema fundamental no es solo la creciente presencia del islam, sino la «apostasía silenciosa» de Europa, es decir, el abandono de su propia herencia cristiana. Él argumenta que los valores de Occidente —como la dignidad de la persona, los derechos humanos y la libertad— nacieron y se nutrieron del cristianismo. Cuando esta base desaparece, se crea un vacío espiritual y moral. Este vacío es, según su visión, lo que permite que la islamización prospere, debilitando la capacidad de Europa para defenderse culturalmente.
El cardenal cree que este declive no es un problema interno de la Iglesia, sino una crisis de civilización. Él teme que una Europa que renuncia a sus raíces cristianas se vuelve débil y vulnerable. Al perder sus valores fundacionales, el continente pierde también su voz e influencia en el mundo, dejando de ser un contrapeso moral y político. La islamización se convierte así en la punta del iceberg de una amenaza mayor: la desintegración de la identidad occidental y la emergencia de un nuevo orden cultural y social que no comparta los principios de la Ilustración y la democracia liberal.
La Islamización y el Factor Demográfico Silencioso
Un factor clave que agrava la preocupación del cardenal Sarah es la tendencia demográfica en Europa, un punto que sus seguidores suelen enfatizar. Las tasas de natalidad en la mayoría de los países europeos son históricamente bajas. Mientras la población de tradición cristiana disminuye y envejece, las comunidades de inmigrantes, muchas de ellas musulmanas, tienen una población más joven y tasas de natalidad más altas. Este cambio demográfico, lento pero constante, es visto por el cardenal como el mecanismo silencioso que podría, en unas pocas generaciones, alterar drásticamente la composición cultural y, por ende, la identidad cristiana del continente.
El riesgo del que habla el cardenal Sarah se percibe como especialmente malo porque, según teólogos y pensadores conservadores, si Europa pierde su esencia cristiana, dejará de ser una fuerza que promueva la libertad de conciencia y la separación entre la religión y el Estado, conceptos fundamentales en Occidente. Históricamente, el cristianismo europeo, a pesar de sus fallas, evolucionó para permitir la secularización que hoy existe. El temor, por lo tanto, es que una cultura dominada por una visión del islam más estricta o politizada no mantenga este respeto por el pluralismo y la libertad religiosa tal como se conciben en Europa, socavando los cimientos de las sociedades democráticas.