
27 DE JUNIO-#Estados Unidos ha aprovechado la reciente crisis con #Irán para enviar un mensaje claro a los países de América Latina: deben decidir si respaldan o no a un régimen al que considera «patrocinador del terrorismo». Así lo expresó una alta funcionaria del Departamento de Estado, quien dejó entrever que la Casa Blanca buscará aislar diplomáticamente a Irán también en el hemisferio occidental.
Aunque los vínculos estratégicos entre Irán y Latinoamérica no son nuevos, el conflicto actual ha reavivado el debate sobre su profundidad. El expresidente Mahmoud Ahmadinejad visitó la región en repetidas ocasiones entre 2005 y 2013, estrechando lazos con gobiernos como el de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Estos contactos continúan vigentes, como lo demostró el viaje de Ebrahim Raisi en 2023, donde prometió cooperación en energía y tecnología.

Venezuela destaca como el país con relaciones comerciales más activas con Teherán. En años recientes, Irán envió combustible a Caracas e incluso colaboró en la reactivación de una refinería. Además, expertos afirman que el país sudamericano se ha convertido en el primero de la región en operar drones armados gracias a acuerdos con la República Islámica.
Sin embargo, analistas como Farid Kahhat advierten que la alianza entre Irán y estos países es más estratégica que económica. En la práctica, muchas promesas de inversión no se han materializado, y los intereses comerciales reales siguen siendo limitados. Esta alianza responde más a un enemigo común: las sanciones de Estados Unidos.

Argentina, por su parte, ha tomado una postura clara a favor de Washington. El presidente Javier Milei calificó a Irán como «enemigo de Argentina» y recordó los vínculos de ese país con el atentado a la AMIA en 1994. Las exportaciones argentinas a Irán han caído, y desde Buenos Aires se respaldó el bombardeo estadounidense contra instalaciones iraníes.
Expertos prevén que EE.UU. buscará usar esta coyuntura para presionar diplomática y económicamente a países latinoamericanos que no se alineen con su postura. Sin embargo, advierten que esta estrategia podría provocar el efecto contrario: una mayor resistencia en la región y una disminución del poder de influencia estadounidense a largo plazo.
