
Alessandra Rosaldo, en una conmovedora conversación con su hermana Mariana en el podcast Entre hermanas, se abrió como nunca sobre su inseguridad física. Con la voz quebrada y al borde de las lágrimas, confesó la razón por la que evita mostrar sus piernas públicamente: “No puedo enseñar mis piernas… no me gustan”. Esa sencilla frase, cargada de emoción, permitió asomarnos al mundo interior de una figura que hasta ahora había sido vista como segura y radiante.
La sinceridad con la que habló de estos sentimientos conecta profundamente, sobre todo porque va más allá de lo superficial y revela una lucha personal compartida por muchas personas. Este momento íntimo nos recuerda que detrás del éxito y la fama hay seres humanos que enfrentan vulnerabilidades. El impacto de sus palabras reside precisamente en su honestidad: una estrella que se permite ser real y mostrar sus inseguridades.
El cálculo emocional detrás del cuerpo expuesto
En ese mismo diálogo, Alessandra explicó que, aunque no hallaba una causa clara, las críticas en redes sociales sobre su edad repercuten en su estabilidad emocional. Comentó con crudeza: “A mí me dicen que ya di el viejazo”. Esa frase revela la presión feroz que ejerce la sociedad sobre el físico y cómo, aun sin buscarlo, uno puede volverse blanco de juicio.
Ese episodio —en apariencia simple— destapa un fenómeno silencioso: las inseguridades físicas construidas por expectativas externas. Son construcciones sociales que trascienden la apariencia y alcanzan emociones profundamente personales. El comentario “No sé, tendríamos qué traer a la experta” desde la humildad fue también un reconocimiento de que esto muchas veces va más allá de lo que uno puede manejar solo.
La educación consciente como herramienta de cambio
Ahora, convertida en madre de Aitana, Alessandra hace un esfuerzo consciente para romper ese ciclo emocional. Declara que trata de no transmitir esa carga negativa: “Yo odio las dietas, hacer una me cuesta mucho trabajo, que me priven de algo… sin embargo sí tengo esta constancia de decir: ‘No vaya a subir’”.
Ese contraste —odiar las dietas pero cuidar las medidas— demuestra lo complejo que resulta educar desde la coherencia en un entorno que amplifica la presión corporal. La maternidad le plantea un nuevo desafío: criar con equilibrio y responsabilidad emocional sin caer en la contradicción social de exigir sin entender.
La batalla diaria frente a la presión social
Alessandra indicó que crecer con ojos observadores constantemente —especialmente de las redes sociales— es un desafío casi inacabable. Comentó que, aunque tienen una perspectiva consciente del daño que eso puede causar, “es casi imposible” escapar de ese bombardeo. Señaló la confusión entre la información útil y el veneno informativo que invade la cotidianidad familiar: alarmas, dietas extremas, remakes virales que dañan más que informan.
Ese testimonio expone algo crucial: la inseguridad física no es solo personal, es colectiva. Surge y se nutre en un ecosistema de expectativas, críticas y estándares cambiantes que invaden cada pantalla y conversación. Y aunque la conciencia está, la resistencia parece no ser suficiente sin estrategias emocionales y comunitarias.