
1 AGOSTO 2025- INTERNACIONAL- En Virginia, decenas de familias inmigrantes viven con el corazón en un puño cada vez que se acerca el camión de alimentos que llega dos veces al mes. Aunque se trata de una iniciativa que ha sido una salvación para muchos hogares desde la pandemia, las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) han generado un clima de pánico que impide a muchas personas salir de sus casas incluso para buscar comida. La señora Alicia Vásquez, vecina de la zona, cuenta que con los altos precios de la canasta básica, esta ayuda marca la diferencia entre comer o no. “Una bolsita del súper ya se te va en 200 dólares”, señala mientras espera su turno.
La resiliencia de la comunidad en medio de la persecución
A pesar del miedo, la necesidad obliga a las personas a salir. “El trabajo ha bajado bastante y los esposos se van sin saber si van a regresar”, comparte Brenda, una madre guatemalteca con un bebé nacido en EE.UU. Muchos hombres trabajan en jardinería o restaurantes, sectores donde abunda la mano de obra inmigrante. Uno de los testimonios más crudos es el de un hondureño que, sin empleo durante cuatro meses, ahora corta vegetales por unas horas y teme ser deportado en cualquier momento.
La asistencia disminuye por el miedo
Aunque el camión sigue llegando y las organizaciones comunitarias continúan con su labor, las filas son más cortas que antes. Activistas como John Cano, del Centro de Ayuda y Asistencia Legal, explican que muchos dejaron de asistir por temor a caer en una redada. “Teníamos comida que se echaba a perder porque nadie venía por ella”, lamenta Cano. La situación se agudizó tras el aumento de operativos bajo el mandato de Donald Trump, cuyas políticas migratorias han revivido los temores de deportaciones masivas.

Redadas más discretas, mismo impacto
Los operativos de ICE han adoptado nuevas estrategias, como esperar a los inmigrantes fuera de sus casas en lugar de tocar sus puertas. Según Cano, esto ha hecho que muchos se sientan perseguidos simplemente por su estatus migratorio. Aunque la estancia sin documentos es una falta civil, los arrestos no distinguen entre quienes tienen antecedentes y quienes no. Esto ha generado una ola de ansiedad que afecta también a los menores en edad escolar.
El miedo alcanza hasta las aulas y los hogares
El impacto psicológico de esta situación ya es evidente en los niños. Damaris, madre hondureña, relata que ha tenido miedo de mandar a sus hijos a la escuela, por temor a que ella o su esposo sean detenidos. “Uno piensa que están más seguros con uno”, dice entre lágrimas. Sin embargo, las responsabilidades económicas la obligan a seguir trabajando. La comunidad inmigrante en esta zona no solo enfrenta la persecución de ICE, sino también el abandono institucional en un país donde muchos sienten que ya no tienen lugar.