26 DE SEPTIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. El exdirector del FBI, James Comey, ha sido acusado formalmente de dos delitos por el Departamento de Justicia de EE.UU., marcando un escalofriante nuevo capítulo en su larga confrontación con el presidente Donald Trump. Comey, quien estuvo a cargo de la investigación sobre los supuestos vínculos de la campaña de Trump con Rusia en 2016, fue imputado por un jurado investigador federal por presuntamente mentir bajo juramento durante su testimonio ante el Congreso en septiembre de 2020 y por obstrucción de la justicia. La imputación llega después de que el presidente Trump aumentara la presión pública sobre la Fiscal General, Pam Bondi, para que investigara agresivamente a sus adversarios políticos.
La Presión de Trump y la Reacción del Exdirector del FBI
Horas antes de que se hiciera pública la acusación, Trump se refirió a Comey en la Casa Blanca calificándolo de «mala persona», aunque afirmó que la decisión quedaba en manos de la fiscal general Bondi. Este distanciamiento de boca, sin embargo, contrasta con la presión intensa que Trump ejerció el fin de semana anterior, pidiendo directamente a Bondi en redes sociales que investigara a Comey y a otros adversarios. Esta conexión entre la exigencia presidencial y la imputación ha generado un intenso debate sobre el uso político del sistema judicial.

El exdirector del FBI, James Comey, no tardó en responder a la acusación. Publicó un video en Instagram en el que se declaró inocente y comparó directamente a Donald Trump con un «tirano». «Mi familia y yo sabemos desde hace años que enfrentarse a Donald Trump tiene un precio», señaló Comey. Aseguró que «el miedo es la herramienta de un tirano» y que, aunque siente un profundo pesar por la situación en el Departamento de Justicia, todavía mantiene «fe en el sistema judicial». Su promesa de ir a juicio («Así que, que tengamos un juicio») sienta las bases para una batalla legal que promete ser altamente mediática y políticamente cargada.
La investigación contra el exdirector del FBI está siendo dirigida por Lindsey Halligan, fiscal federal del Distrito Este de Virginia, quien curiosamente fue abogada personal de Trump. Los cargos específicos de falso testimonio y obstrucción de una investigación del Congreso se relacionan con el testimonio de Comey en una audiencia de un comité del Senado sobre una posible filtración de información relacionada con la investigación rusa. Es de notar que Halligan fue nombrada en su cargo hace apenas unos días, tras la dimisión del fiscal anterior, Erik Siebert, quien concluyó que no había pruebas suficientes para imputar a Comey.
El anuncio ha provocado una inmediata condena por parte de figuras demócratas clave. El líder de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, denunció la imputación como «un ataque vergonzoso al estado de derecho». De igual manera, el senador de Virginia Mark Warner, vicepresidente del Comité Selecto de Inteligencia del Senado, acusó al presidente Trump de intentar «convertir nuestro sistema judicial en un arma para castigar y silenciar a sus críticos». Estas reacciones destacan la preocupación generalizada de que la tradicional barrera entre el Departamento de Justicia y la Casa Blanca se ha desmoronado por completo.

La imputación del exdirector del FBI resucita el drama de la investigación sobre la intromisión rusa en las elecciones de 2016. Si bien los cargos de perjurio y obstrucción son tangenciales a la trama rusa, se espera que Trump y sus partidarios utilicen este proceso como una vía para socavar la credibilidad de toda la investigación inicial. La pregunta que flota en el aire es si este caso es un evento aislado para apaciguar a un presidente enojado o si, por el contrario, señala el comienzo de una ola de procesamientos contra otros adversarios políticos del actual gobierno. Si es declarado culpable, Comey podría enfrentar una pena de hasta cinco años de prisión.