
El huracán Melissa, de categoría 5, impactó el Caribe dejando un rastro de destrucción que afectó a Jamaica, Cuba y Haití. Con vientos sostenidos que superaron los 295 km/h, se convirtió en uno de los ciclones más intensos registrados en la región durante las últimas nueve décadas. Las autoridades locales declararon estados de emergencia y evacuaron a cientos de miles de personas para garantizar su seguridad. La magnitud del fenómeno obligó a movilizar recursos nacionales e internacionales para atender la emergencia.
En Jamaica, Melissa provocó inundaciones generalizadas, caída de postes eléctricos, daños estructurales en miles de viviendas y la paralización de servicios esenciales. Las autoridades declararon la isla como zona de desastre, y los equipos de emergencia priorizaron la atención a las zonas más vulnerables, especialmente las comunidades costeras y bajas. El paso del huracán interrumpió carreteras y puentes, dificultando la movilidad y el traslado de alimentos y medicinas a los sectores afectados.
Cuba vivió también graves efectos del fenómeno. Más de 735 000 personas fueron evacuadas en provincias orientales como Santiago de Cuba, Guantánamo y Las Tunas. Se habilitaron refugios temporales y se reforzaron los protocolos de seguridad en áreas propensas a inundaciones y deslaves. Las lluvias intensas y los vientos huracanados dañaron viviendas, cultivos y la infraestructura energética, lo que afectó tanto la vida cotidiana como la economía local, en particular la producción agrícola y pesquera.
Haití y otras islas del Caribe no quedaron exentas del impacto. En este país, las lluvias torrenciales provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra, dejando decenas de muertos, desaparecidos y comunidades incomunicadas. Organismos de ayuda humanitaria, tanto locales como internacionales, desplegaron brigadas de emergencia para garantizar agua potable, alimentos, medicinas y apoyo logístico a los afectados. Se reportaron daños considerables en escuelas, hospitales y viviendas, evidenciando la vulnerabilidad de la infraestructura ante fenómenos de gran intensidad.
La trayectoria de Melissa continuó hacia el norte‑noreste, alcanzando posteriormente las Bahamas y las Islas Turcas y Caicos, aunque con menor intensidad que en Jamaica. Pese a ello, las autoridades mantuvieron alertas preventivas por marejadas ciclónicas, lluvias persistentes y vientos fuertes, buscando minimizar riesgos para la población y evitar pérdidas humanas adicionales. La coordinación entre gobiernos y agencias de protección civil fue crucial para implementar planes de contingencia efectivos en cada territorio.
El impacto del huracán Melissa también dejó profundas consecuencias económicas y sociales en la región. La destrucción de infraestructura, cortes de electricidad, daños en carreteras y pérdidas en la agricultura representaron un desafío significativo para la recuperación. Las comunidades afectadas enfrentaron meses de trabajo para restablecer servicios básicos y reconstruir viviendas, mientras se reforzaba la conciencia sobre la preparación ante desastres y la necesidad de inversión en infraestructura resiliente frente a huracanes de gran magnitud.
Expertos en climatología y meteorología han señalado que fenómenos como Melissa podrían estar vinculados al cambio climático, que incrementa la intensidad y frecuencia de huracanes extremos. El evento reavivó la importancia de contar con sistemas de alerta temprana, planes de evacuación eficientes y cooperación internacional para enfrentar desastres naturales. El huracán Melissa se convirtió en un recordatorio del desafío que representa el cambio climático para las regiones vulnerables del Caribe y América Latina.







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