29 DE OCTUBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. La comunidad ganadera de Estados Unidos, tradicionalmente una base de apoyo para el presidente Donald Trump, ha expresado una profunda furia y decepción ante la propuesta de su gobierno de aumentar drásticamente la importación de carne de res argentina. Christian Lovell, un ranchero de Illinois cuya vida está ligada a la tierra, resumió el sentir general al declarar que la medida es una «traición a los rancheros estadounidenses». Los productores locales se sienten abandonados por su propio líder, quien busca abaratar los precios de la carne en el mercado, pero a costa de sus intereses.
El conflicto escaló luego de que el presidente Trump anunciara a mediados de octubre un acuerdo inminente para reducir el precio de la carne de res al consumidor. Días después, el mandatario confirmó la estrategia: «Compraríamos carne de Argentina. Si lo hacemos, bajaremos los precios de la carne«, afirmó. La propuesta que se maneja es la de cuadruplicar el cupo arancelario para la carne argentina, pasando de 20.000 a 80.000 toneladas métricas.

Este anuncio ha generado una ola de críticas, particularmente porque la ganadería esperaba políticas que desincentivaran la entrada de productos extranjeros, en sintonía con la promesa de «Estados Unidos Primero». La rabia ganadera es palpable. Bill Bullard, presidente de la organización R-CALF, calificó la medida como una «contradicción» a las aspiraciones del sector. Sumado a esto, la polémica se da en paralelo a un rescate financiero de US$20.000 millones de Trump al gobierno argentino, lo que profundiza la percepción de que la administración está priorizando a un competidor foráneo.
Poco Impacto Real, Gran Incertidumbre
Curiosamente, los expertos en el sector económico de la carne coinciden en que el aumento de la carne argentina no tendrá un impacto significativo en los precios finales de la carne de res en EE. UU. David Anderson, economista de la Universidad Texas A&M, explica que la carne argentina representa apenas un 2,1% del total de las importaciones, siendo Brasil, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y México los principales proveedores. Por ello, el posible aumento, aunque notable para Argentina, «no es probable que tenga un efecto significativo en los precios» a nivel nacional.
La preocupación real de los ganaderos locales, como señala Christian Lovell, radica en la falta de competencia dentro del mercado estadounidense. Lovell argumenta que no son los rancheros quienes controlan el precio, sino las grandes empresas empacadoras, donde solo cuatro compañías concentran cerca del 80% del mercado. Para los productores, el gobierno debería enfocarse en romper ese monopolio en lugar de introducir a un nuevo competidor extranjero, lo que solo siembra incertidumbre y descontento en el sector.
La raíz del alto precio de la carne no es la escasez de importaciones, sino la caída histórica de la oferta local. Actualmente, Estados Unidos tiene el menor número de cabezas de ganado en 74 años, resultado de años de sequía y bajos precios que obligaron a los ganaderos a reducir la producción. A esta escasez se suma una demanda del consumidor que se ha mantenido muy alta, provocando el aumento natural de los precios en los supermercados.

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