
Durante semanas, decenas de familias en la Franja de Gaza han cavado entre ruinas y escombros con la esperanza angustiosa de encontrar a sus seres queridos, sepultados tras los bombarderos que arrasaron edificios en la guerra. Según la ONU, hasta un 83 % de las viviendas en Gaza fueron dañadas o destruidas, un escenario que ha dejado una devastadora carga emocional para quienes sobreviven.
Mahmud Basal, portavoz de la Defensa Civil de Gaza, estima que unas 10 000 personas aún permanecen enterradas en los restos de sus hogares. Sin la maquinaria adecuada, muchas vidas continúan atrapadas bajo montañas de concreto y metal retorcido.
Uno de los casos más desgarradores es el de Ahmed Salim, quien perdió a su esposa, sus hijos y sus padres en el derrumbe de su edificio en Ciudad de Gaza. “Soy el único sobreviviente”, dice con voz quebrada, señalando el montículo de escombros que solía ser su hogar.
Desde el alto al fuego, que abrió una ventana de esperanza para ampliar las labores de rescate, han ingresado excavadoras egipcias para apoyar los trabajos. Sin embargo, muchos gazatíes critican el doble rasero: denuncian que las máquinas han sido priorizadas para recuperar rehenes israelíes, mientras las víctimas palestinas permanecen bajo escombros.
Con recursos limitados y acceso difícil, los equipos de rescate han logrado recuperar unos 500 cuerpos, según la Defensa Civil. Pero el camino es largo y doloroso, y para muchas familias cada día es una espera amarga.








