
22 JULIO 2025- INTERNACIONALEn una rueda de prensa realizada este martes, el expresidente Donald Trump lanzó fuertes acusaciones contra su antecesor, Barack Obama, a quien calificó de sedicioso y lo señaló como el supuesto líder de un intento de golpe de Estado. Según Trump, esta conspiración habría estado orquestada por figuras clave del Partido Demócrata como Hillary Clinton, Joe Biden, y exfuncionarios de inteligencia, incluyendo a James Comey y James Clapper. Las declaraciones fueron tajantes: “Tenemos pruebas absolutas… no es evidencia, es una prueba irrefutable de que Obama intentaba liderar un golpe de Estado”, dijo.
Trump afirmó que esta supuesta conspiración tenía como objetivo sabotear su campaña presidencial de 2016 y desprestigiar su mandato a través de la conocida «trama rusa». Dicha teoría sugería que Rusia habría interferido en las elecciones para favorecerlo, algo que ha sido reiteradamente descartado por investigaciones oficiales. Sin embargo, el exmandatario insistió en que fue Obama quien fabricó esta historia para desacreditarlo desde antes de asumir la presidencia. “Obama fabricó la farsa de Rusia”, afirmó en sus redes sociales.
Lo más preocupante de estas declaraciones no es solo su contenido, sino el momento en que se producen. Estados Unidos vive una etapa de alta polarización política, y acusaciones de este calibre, sin presentar pruebas claras en el momento, pueden intensificar la desconfianza pública hacia las instituciones. Si bien la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, desclasificó recientemente documentos que, según ella, contienen pruebas del complot, el contenido exacto de estos archivos no ha sido aún validado de forma independiente.

Cabe recordar que en 2018, el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes cerró oficialmente la investigación sobre la interferencia rusa al no encontrar pruebas concluyentes. Aun así, Trump sostiene que las elecciones de 2016 —y también las de 2020— fueron manipuladas por figuras del Partido Demócrata, algo que sus adversarios califican como una estrategia política para mantener su base movilizada.
Desde el extranjero, Rusia ha negado rotundamente las acusaciones sobre interferencia. El propio presidente Vladímir Putin las tachó de «histeria» y ridiculizó la idea de que su país pudiera manipular el voto estadounidense. “¿Es Estados Unidos una especie de país bananero?”, ironizó en su momento. Esto no ha impedido que el tema continúe generando debate y sea utilizado como arma política dentro de la narrativa republicana.