
26 DE JUNIO-Detrás del reciente ataque aéreo contra las instalaciones nucleares de Irán no solo hubo aviones de última generación y misiles guiados por GPS, sino más de 15 años de trabajo secreto del Pentágono. El general Dan “Razin” Caine reveló que la ofensiva, bautizada como “Operation Midnight Hammer”, comenzó a planearse desde 2009 con un objetivo específico: neutralizar el complejo de Fordo, considerado uno de los más protegidos del programa nuclear iraní.
Durante años, un grupo selecto de militares e ingenieros analizó cada metro del complejo subterráneo, desarrollando la bomba ideal para perforar sus defensas. Así nació la GBU-57, una bomba antibúnker de 13.6 toneladas guiada por GPS, capaz de atravesar metros de concreto y acero. Esta arma fue el centro de una misión que exigió no solo tecnología, sino una coordinación sin precedentes entre distintas ramas de las fuerzas armadas.
El despliegue comenzó la noche del viernes 21 de junio. Desde Misuri, siete bombarderos furtivos B-2 Spirit despegaban con una misión clara y silenciosa. Fue la operación más larga de este tipo desde los atentados del 11 de septiembre: 18 horas de vuelo, con una estrategia de distracción incluida. Parte de los aviones se dirigieron al Pacífico como señuelo, mientras el grupo principal volaba rumbo a Medio Oriente con mínima comunicación y sin ser detectados.

A las 17:00 horas del Este, un submarino estadounidense lanzó más de 20 misiles Tomahawk sobre infraestructuras clave en Irán, abriendo paso para los bombarderos. Luego, aviones de combate de cuarta y quinta generación sobrevolaron el espacio aéreo iraní para detectar posibles amenazas. Todo esto sin que Irán realizara un solo disparo, ni al ingreso ni al regreso de las aeronaves.
Entre las 2:10 y las 3:05 de la madrugada, hora local en Irán, los bombarderos comenzaron a lanzar las GBU-57 sobre tres objetivos: Fordo, Natanz e Isfahán. En total, fueron 14 bombas antibúnker, además de varias decenas de misiles. El resultado fue devastador, pero preciso: golpe quirúrgico, sin bajas reportadas y sin reacción militar inmediata por parte de Teherán.
Según el general Caine, esta operación solo fue posible gracias al sigilo y a una planificación que tomó años en afinarse. De hecho, la mayoría de los involucrados en la operación desconocían el objetivo final hasta último minuto. Lo que comenzó como un proyecto secreto en 2009, culminó en 2025 como uno de los ataques más organizados y silenciosos en la historia militar reciente de Estados Unidos.