El 15 de enero de 1900, Porfirio Díaz inauguró la primera estación de tranvía eléctrico en lo que hoy es la CDMX. Fue un evento por demás importante que se anunció en todos los periódicos y sorprendió a los chilangos. Al fin llegaba a la capital un transporte colectivo de vanguardia, capaz de unir los pueblos con el centro.
El primer viaje que hizo fue de Chapultepec a Tacuba, después se abrieron poco a poco una multitud de líneas que literalmente cruzaban la ciudad.
Durante su existencia, el tranvía de principios del siglo XX sirvió para mover a más de 300 mil capitalinos al día; en particular esos seres que vivían en pueblos como Tlalpan, Xochimilco o Coyoacán y necesitaban ir al centro.
Los primeros vagones tenían cupo para casi 60 personas, algunos iban parados, otros sentados y los más aguerridos se subían en el techo y se aferraban a donde pudieran para no caerse.
Asimismo, las terminales principales estaban ubicadas en el entonces pueblo de San Ángel y por supuesto, en el Centro Histórico, a un costado del Zócalo. La estación principal estaba en la Colonia Doctores.
Dada la llegada de millones de personas a la capital, con los años el tranvía se expandió. No solo sumó más vagones, sino que llegó hasta los confines de Xochimilco, un pueblo ubicado a más de 23 kilómetros del centro.
Para muchos expertos, esta especie de tren fue el precursor del metro, no solo por su tecnología sino porque tenía los mismos problemas que el sistema colectivo tiene en 2023. Quizá por eso vale la pena conocer su historia e imaginar cómo era la vida de nuestros bisabuelos.
Una breve historia del Tranvía Capitalino
El Tranvía llegó a México acompañado de la electricidad. Antes, la gente se movía de un lado a otro con la ayuda y el esfuerzo de animales forzados a arrastrar grandes vehículos. La experiencia era por demás aterradora e involucraba mucho maltrato a las mulas o los caballos, tanto que estos vehículos eran conocidos como “trenes de sangre”.
Afortunadamente para todos los animales, la obsesión de Porfirio Díaz por acoger la modernidad europea propició que una buena cantidad de ingenieros ingleses llegaran a México y pudieran instalar los primeros tranvías eléctricos en una ciudad que cada vez se hacía más grande y en la que las personas tenían más necesidad de trabajar lejos de su casa.
Durante la Revolución Mexicana, el Tranvía fue el único medio de transporte colectivo que sobrevivió de pie durante el conflicto armando. Al estar en la capital, este transporte no corrió la misma suerte que el tren que cruzaba el país y que constantemente se veía asediado en las disputas locales.
El declive del Tranvía Eléctrico
Durante la década de los años 20, el Tranvía estaba en su esplendor hasta que el sindicato de choferes se reveló contra el gobierno de Álvaro Obregón. Asimismo, empezó a haber un abandono paulatino y una serie de accidentes peligrosos. Cualquier parecido con 2023 es pura coincidencia.
Estos problemas continuaron durante décadas y en vez de solucionar las demandas de los trabajadores, los presidentes subsecuentes los ignoraron y trajeron los primeros camiones Ford para hacerle competencia a los trenes.
Para quitarle poder al sindicato de choferes, los gobiernos de mediados del siglo XX comenzaron a pavimentar calles sobre las vías, crearon un sistema de transporte sobre ruedas y se desentendieron de los tranvías.
La gota que derramó el vaso ocurrió en 1953 cuando dos trenes, que iban del Centro Histórico a Tacuba chocaron de frente. Esta tragedia provocó la muerte de al menos 60 personas e hizo que muchas y muchos prefirieran usar los camiones.
Asimismo, el tiro de gracia para los tranvías ocurrió con la inauguración del Metro de la CDMX a finales de los años 60. De ahí hasta los 80 la decadencia fue paulatina, hasta que en 1985 simplemente se cerró. Lo único que quedó para posteridad fue el recuerdo y muchas vías debajo del cemento.
Caminos de metal que de tanto en tanto aparecen bajo nuestros pies cuando caminamos por la ciudad y pensamos en todo lo que ya no es.
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