
El despliegue de barcos de guerra, incluyendo un crucero lanzamisiles y un submarino de ataque rápido, marca una significativa militarización del Caribe. Este movimiento de Estados Unidos, justificado como una operación para combatir el narcotráfico, es visto por Caracas como un acto de intimidación y una amenaza directa a su soberanía. La respuesta de Venezuela, utilizando drones de vigilancia en el lago de Maracaibo y el golfo de Venezuela, junto con patrullas navales y fluviales, demuestra que el país está preparado para defender sus fronteras.
Este aumento de la actividad militar en la región profundiza el conflicto diplomático entre ambos países, que no solo giran en torno al narcotráfico, sino también a la lucha de poder. Las tensiones, exacerbadas por la recompensa ofrecida por el gobierno de Trump, han llevado a Maduro a movilizar a 4.5 millones de efectivos de la milicia, un cuerpo civil adscrito a la Fuerza Armada. Esta medida, junto con el anuncio del patrullaje con drones, refleja el enfoque del gobierno venezolano de utilizar todos los recursos disponibles para contrarrestar lo que percibe como un asedio por parte de Washington.

La escalada de tensiones entre Estados Unidos y Venezuela en el Caribe no es un fenómeno aislado; se inscribe en un patrón histórico de la región, que durante mucho tiempo ha sido un escenario de conflictos geopolíticos. Desde la Doctrina Monroe en el siglo XIX, Estados Unidos ha ejercido una influencia considerable en el Caribe y América Latina, a menudo justificando sus intervenciones militares y políticas como un medio para mantener la estabilidad regional, proteger sus intereses económicos o combatir amenazas como el comunismo y, más recientemente, el narcotráfico.
Este contexto histórico es crucial para entender por qué la reciente acción de Estados Unidos, aunque justificada como una operación antidrogas, es vista por Venezuela como una «escalada hostil». La respuesta de Venezuela no es solo una reacción militar, sino una reafirmación de su soberanía frente a una potencia extranjera con un largo historial de intervenciones en la región. El uso de tecnología moderna como drones en su respuesta, en lugar de ser simplemente un acto defensivo, es una declaración simbólica que muestra su capacidad para contrarrestar la hegemonía estadounidense de manera no convencional. Este conflicto no se trata solo del narcotráfico, sino de un choque de soberanías y modelos políticos.
