
El reciente testamento de Giorgio Armani ha revelado una instrucción que podría cambiar para siempre el rumbo del imperio de moda que construyó durante más de medio siglo. A sus 91 años, Armani dejó no solo un legado en telas, cortes y elegancia, sino también un plan detallado para la sucesión y el poder dentro de su firma. Este documento, hecho público tras su fallecimiento, muestra que no se podrá improvisar: desde la venta escalonada de acciones, hasta la elección de compradores en una lista muy concreta, todo está estructurado para evitar disputas internas y proteger la identidad del sello.
En el testamento, Armani exige que sus herederos vendan un 15 % de la compañía en los primeros 18 meses posteriores a su muerte. Luego, dentro de tres a cinco años, se deberá transferir hasta un 70 % de la firma al mismo comprador designado. Si no se encuentra quien cumpla con los criterios establecidos, el plan B será una oferta pública inicial (IPO). Con esto, Armani busca evitar una transición apresurada o dominada por disputas internas.
Una de las cláusulas más llamativas es la lista de compradores preferidos: LVMH, L’Oréal y EssilorLuxottica son los únicos nombres permitidos como opciones prioritarias. Estas empresas ya tienen vínculos previos con Armani —sea a través de licencias, colaboraciones o inclusión de líneas de producto similares— lo que deja claro que Armani quería asegurarse de que su legado quede en manos de gigantes que entienden la industria del lujo.
Armani, que no tuvo hijos, creó además una fundación en 2016 para salvaguardar la identidad de marca. En su testamento, incluye a miembros de su familia y a su colaborador de siempre, Pantaleo Dell’Orco, como guardianes del proceso y responsables de supervisar que la transición cumpla con sus deseos. La intención es que el cambio sea orgánico, sin rupturas que pongan en riesgo la reputación o la coherencia del estilo Armani.
El valor estimado del grupo ronda los €14 mil millones, lo que convierte esta operación en una de las más significativas del mundo del lujo en los últimos años. Para quienes heredan, el gran reto será equilibrar los deseos expresados en el testamento con las realidades del mercado: encontrar comprador, negociar con entidades poderosas, conservar la marca y al mismo tiempo maximizar valor económico.
Finalmente, si alguno de los compradores nominados —o cualquier otro— adquiere gran parte de la empresa, el mapa del lujo global podría cambiar. De concretarse la compra por LVMH, Armani pasaría a estar bajo el mismo paraguas que Dior y Louis Vuitton, fortaleciendo aún más la posición de París como capital mundial del lujo. Que L’Oréal o EssilorLuxottica entren en su interpretación implicaría romper barreras entre belleza, moda y lifestyle. Y si ocurre el IPO, Armani se sumaría a sofisticadas casas que ya cotizan, bajo la mirada atenta de inversores internacionales.
Un aspecto que no está tan presente en la nota original es el riesgo que supone para la marca mantener su autenticidad frente al cambio de control. Aunque las cláusulas buscan preservar estética, valores y filosofía, los nuevos dueños podrían imponer dinámicas distintas: mayor comercialización, reducción de calidad, modificaciones en la cadena de producción o incluso decisiones de diseño que respondan más al mercado financiero que al estilo original.