El papa Francisco se despidió de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa con un encuentro dedicado a los cerca de 25 mil voluntarios de 150 países que han permitido la celebración de este evento católico en el que han participado hasta millón y medio de jóvenes y en el que han tenido que afrontar “verdaderas olas” y les pidió que sigan siendo “surfistas del amor”.
Una representación de estos voluntarios, dos tercios de ellos chicas, con sus representativas camisetas amarillas, acudieron al paseo marítimo de Algés para recibir con una auténtica fiesta al pontífice, a pesar del cansancio de estos días y el sol abrasador con temperaturas de 38 grados y que provocó que algunos jóvenes tuvieran que ser atendidos.
Antes de llegar, miles de personas saludaron el paso de la comitiva papal desde la sede de la Nunciatura en Lisboa hasta el paseo marítimo de Alges, a lo largo de 12 kilómetros, protegidos del sol con gorros, paraguas y pañuelos.
El pontífice hizo parte del recorrido en un vehículo cerrado pero subió al papamóvil descubierto para entrar en el paseo y saludar a los más de 25.000 voluntarios de la JMJ que le aguardaban y que estallaron en una ovación para recibirle.
“Esta es la juventud del papa”, gritaban en español, y exhibían pancartas, banderas y algunos pañuelos blancos en los que se podía leer “Obrigado (gracias) papa Francisco”.
El papa les dio las gracias “porque hicieron días inolvidables sin ruido ni protagonismo para que todos pudieron estar cantar juntos, han sido un ejemplo de equipo”.
Los he visto mientras respondían a mil necesidades, a veces con el rostro marcado por el cansancio, otras veces un poco abrumados por las urgencias del momento, pero siempre con una sonrisa y con los ojos luminosos, porque están llenos de amor. Trabajaron duro en la preparación, luego en la acogida y en el servicio a las multitudes que se movían de un encuentro a otro”, les dijo.
Y añadió: “Hicieron grandes cosas con gestos pequeños, como ofrecer una botella de agua a un desconocido, y esto le convirtió de inmediato en un amigo, porque era un hermano”.
El papa explicó que para reordenar nuestras vidas “no sirven las cosas, las distracciones y el dinero, es necesario dilatar el corazón, ensancharlo abriéndolo al amor”.
Y para finalizar, el papa quiso dejarlos una imagen: “Como muchos de nosotros sabemos, al norte de Lisboa hay una localidad, Nazaré, donde se pueden admirar olas que llegan hasta treinta metros de altura y son una atracción mundial, especialmente para los surfistas que las desafían” y les dijo “en estos días también ustedes han afrontado una verdadera ola; no de agua, sino de jóvenes que han inundado esta ciudad”.
“Pero, con la ayuda de Dios, con mucha generosidad y apoyándose mutuamente, ustedes han desafiado esta gran ola”, destacó el papa recibiendo los fuertes aplausos de los voluntarios.
Y les instó a que sigan siendo “surfistas del amor” y “que el servicio de la JMJ sea la primera de muchas olas de bien; serán llevados cada vez más alto, más cerca de Dios, y esto les permitirá ver desde una mejor perspectiva vuestro camino”.
“Y ahora a subirse a la ola”, dijo a los jóvenes antes de salir al aeropuerto para regresar a Roma.
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