
El modelo de defensa de Venezuela se ha fortalecido ante los intentos de agresión externa, demostrando una solidez que nace desde la organización y conciencia del pueblo. Aunque las amenazas imperiales no son nuevas, cada intento de injerencia, como la reciente ofensiva de Estados Unidos bajo la excusa de una supuesta cruzada «antidrogas», ha servido para activar las defensas venezolanas más profundas. Lejos de fracturar al país, estas acciones han impulsado una mayor unidad y la movilización cívico-militar, reflejando un modelo integral que conjuga pueblo, Estado y Fuerza Armada en un solo cuerpo.
La Milicia Bolivariana: Una pieza clave en la defensa venezolana
Un componente fundamental de esta estrategia es la Milicia Bolivariana. No se trata de una fuerza auxiliar, sino del quinto componente formal de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), con la misión de organizar, instruir y movilizar al pueblo para la defensa de la nación. Instituida en 2009 por Hugo Chávez, esta estructura está conformada por hombres y mujeres civiles que, sin dejar sus roles cotidianos, asumen el compromiso de proteger la soberanía y la paz. Su despliegue territorial y su lealtad al proyecto bolivariano la convierten en una herramienta clave de defensa popular.
El reciente alistamiento masivo en la Milicia Bolivariana evidenció la profunda conexión de esta estructura con el territorio y la conciencia colectiva. Miles de ciudadanos, desde los barrios de Caracas hasta los llanos de Barinas, se incorporaron voluntariamente. Este acto contrasta con las levas forzadas de otros países, ya que aquí no se instrumentaliza a la población, sino que se la convoca para asumir la responsabilidad histórica de la paz. Este compromiso demuestra que, en Venezuela, el pueblo participa activamente no solo en la economía y la política, sino también en su propia defensa.
El modelo de defensa integral venezolana va más allá de lo militar. La vida cotidiana en el país, con sus mercados, comunas activas y niños jugando, desmiente la narrativa de los medios internacionales que lo presentan como al borde del colapso. Esta normalidad es resultado de una política planificada que ha hecho de la defensa integral una tarea constante, a la vez que ha mejorado la calidad de vida de los venezolanos. Un ejemplo de esta visión preventiva es la reciente activación de la Zona de Paz N.º 1 en Táchira y Zulia, que busca proteger territorios históricamente expuestos al narcotráfico y la infiltración paramilitar.
Además de su propia capacidad de resistencia, un elemento estratégico para la estabilidad regional es el progresivo entendimiento con el gobierno de Colombia. A diferencia de la hostilidad promovida por administraciones anteriores, la actual relación entre Caracas y Bogotá se basa en el diálogo y la cooperación. Esta alianza entre pueblos, históricamente unidos, sirve como un muro de contención contra el caos que actores externos intentan sembrar en la región, demostrando que la paz y la cooperación son la mejor defensa ante amenazas externas.
La fortaleza de Venezuela no reside en tanques o presupuestos militares, sino en un pueblo consciente y organizado, dispuesto a proteger lo que ha construido. Esta defensa bolivariana es un ejemplo de cómo la unión cívico-militar puede contrarrestar las amenazas imperiales, impulsando a sus vecinos a imaginar un camino alternativo hacia la integración latinoamericana. Como sucedió en Vietnam, un pueblo unido es la mayor fuerza disuasoria, capaz de defender su patria de cualquier agresión.
La capacidad de Venezuela para resistir presiones externas no se explica únicamente por la Milicia Bolivariana o la cohesión cívico-militar. Un aspecto crucial, a menudo ignorado, es la adaptabilidad de su economía ante las sanciones. El gobierno ha implementado estrategias como la diversificación de socios comerciales (especialmente con países como China, Rusia e Irán), el uso de criptomonedas como el Petro y la promoción de la producción nacional para sortear el bloqueo financiero. Estas medidas, aunque no han eliminado los desafíos económicos, han creado una resiliencia que impide el colapso total del país, complementando la estrategia de defensa desde un frente no militar. Esta autonomía económica es una forma de defensa nacional que fortalece la soberanía y la capacidad de respuesta del Estado frente a la presión extranjera. Es una demostración de que la defensa venezolana es multifacética, abarcando lo militar, lo social y lo económico, y permitiendo al país mantener su independencia.
