
26 de Septiembre del 2025.- Una reciente y alarmante declaración de Nahum Fernández, jefe de Gobierno de Caracas y alto funcionario del partido de gobierno, ha puesto en evidencia la peligrosa realidad de los grupos de choque en Venezuela. «Estamos asumiendo la vía armada», afirmó Fernández, una frase que cobra un peso especial viniendo del líder de una reconocida organización violenta que, según denuncias, ha pasado de usar pistolas con seriales limados a manejar armamento de guerra. Este anuncio no es una simple metáfora política; se sustenta en una estructura de poder que, de acuerdo con fuentes internas, controla la vida de miles de personas en la capital venezolana.
De Círculos Bolivarianos a una Red Criminal con Impunidad
La trayectoria de Nahum Jephte Fernández Molina es la crónica de una escalada de poder al margen de la ley. Sin haber prestado servicio militar, se convirtió desde el año 2002 en un organizador clave de los Círculos Bolivarianos, considerados los precursores de los temidos colectivos chavistas. Según testimonios de personas que estuvieron cerca de su organización, el grupo de choque de Nahum Fernández evolucionó rápidamente, ganando acceso a un poder de fuego cada vez mayor. Esta estructura opera con un supuesto acuerdo de impunidad con altas esferas del gobierno, lo que les permite cometer delitos como tráfico, robos y violaciones en el centro de Caracas a cambio de lealtad.


La base del poder de esta red reside en el control de aproximadamente 150 edificios que han sido tomados o invadidos en Caracas. En cada uno de estos inmuebles, Fernández ha instalado a un «jíbaro» o microtraficante que no solo se encarga de la venta de drogas, sino que también ejerce un férreo control social sobre los residentes. Estas personas son obligadas a participar en marchas y movilizaciones oficialistas, y se les indica por quién votar, convirtiendo los edificios en feudos políticos y criminales. Se estima que Fernández cuenta con al menos 150 hombres dispuestos a defender estos territorios por la fuerza, ya que su sustento depende de estas actividades ilícitas y no de un salario gubernamental.
Los Rostros del Círculo de Violencia
La estructura criminal de Fernández no es anónima; está compuesta por individuos con un largo y violento historial. Uno de los nombres que resalta es el de Nelson Johan Reaño Marrero, quien presuntamente asesinó al traficante de su liceo a los 16 años para quedarse con el control de la venta de drogas. Reaño, quien fue liberado de prisión gracias a la intervención de Fernández, es señalado como uno de los que robó los teléfonos a las madres de los presos políticos durante la vigilia frente al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). A pesar de su vínculo con el Tren de Aragua, dirige su propia banda de secuestros y robo de vehículos.

Otro personaje clave en la red criminal de Fernández es Luis Medina, un hombre de confianza que actúa como su motorizado en operaciones violentas y que, según testigos, fue quien pateó en el rostro a una de las manifestantes frente al TSJ. A este círculo se suman otros como «Berroterán», quien dirige el microtráfico en los edificios invadidos de la zona de San Bernardino. La red incluso ha tenido operadores internacionales como Oliver Wekenfer, quien fue enviado fuera del país para establecer enlaces con redes de microtráfico en el extranjero después de presuntamente asesinar a un manifestante en 2017.
El nivel de peligrosidad de esta organización llega a su punto más alto con la figura del jefe de seguridad de Nahum Fernández. Este individuo, que evita ser fotografiado, utiliza una identidad falsa venezolana a nombre de Edgar Rodríguez, pero su nombre real sería Edgar Vallora. Según las fuentes, se trata de un paramilitar de origen colombiano, miembro de un frente que opera en Cúcuta, con un historial de atracos a blindados y múltiples muertes en su haber. Su presencia en el círculo más íntimo de Fernández evidencia la sofisticación y la brutalidad que caracteriza a este grupo armado.
