
1 DE DICIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. La lucha de Ucrania contra la invasión rusa se ve empañada por un recurrente y doloroso enemigo interno: la corrupción en Ucrania. La reciente revelación del llamado caso Midas, una trama de malversación que ha salpicado a la Administración del presidente Volodímir Zelenski, ha generado una profunda indignación entre los ciudadanos, especialmente entre aquellos que han sacrificado su libertad o arriesgado su vida en el frente. El escándalo ha provocado la renuncia del influyente asistente de Zelenski, Andrii Yermak, pero no ha logrado aplacar la sensación de traición y el furor social que ha despertado la noticia en todo el país.
La Opulencia del ‘Museo de la Corrupción’
La aversión ciudadana se personifica en el antiguo domicilio del expresidente Víktor Yanukóvich, apodado el «Museo de la Corrupción». Valdyslav Kondratyuk, un exmilitar de 29 años liberado de cárceles rusas tras 26 meses de cautiverio, visitó el inmenso recinto de Mezhyhiria, ahora abierto al público, justo después de conocer el escándalo de corrupción. El contraste entre la insultante opulencia de la antigua residencia —un complejo de 140 hectáreas con campo de golf, zoológico, y un restaurante flotante— y la sangre derramada en el frente de batalla es lo que genera mayor repugnancia.
El exsoldado no dudó en calificar la situación con una sola palabra: «repugnante». Para Kondratyuk, «ver cómo alguien se enriquece con la sangre de los ucranianos» mientras miles de personas mueren en la guerra, es una traición intolerable. La Residencia Mezhyhiria, con su palacio de 3.000 metros cuadrados, mármol italiano, maderas exóticas, y objetos de lujo valorados en miles de millones de dólares (incluyendo candelabros por más de 30 millones de euros), es un testimonio físico de la endémica corrupción en Ucrania que parece repetirse con cada nuevo gobierno.

La preocupación se centra ahora en la actual cúpula política. El caso Midas, que ha forzado la salida de Andrii Yermak, ha desviado las críticas directamente hacia el propio presidente Zelenski. Expertos como Alexander Rodnyansky, exasesor presidencial, han señalado en medios internacionales que el problema va más allá de un individuo. Según Rodnyansky, Zelenski es el máximo responsable de una Administración basada en «la lealtad y no la competencia», donde la eficiencia se mide por la capacidad de superar escándalos y no por la prevención de la corrupción en Ucrania.
Para la columnista Angela Skrylyeva-Popova, el escándalo de corrupción ha significado un varapalo enorme para la popularidad de Zelenski, estimando su aceptación actual entre el 20 y el 45%. La sociedad «percibe el escándalo como una traición», pero curiosamente, esta indignación no se traduce en grandes protestas callejeras. La psicóloga argumenta que el miedo al caos o a un «colapso en el frente» debido a la invasión rusa es mayor que el enfado ante la corrupción en Ucrania, priorizando la estabilidad militar sobre el saneamiento político.
El actual escándalo de corrupción no es un hecho aislado, sino la última manifestación de una lacra que ha sido una constante desde la independencia de Ucrania en 1991. Prácticamente todos los presidentes del país han estado salpicados por corruptelas vinculadas a su círculo más íntimo. Desde Leonid Kravchuk, cuyo hijo se vio implicado en la desaparición de la flota mercante del Mar Negro, hasta Leonid Kuchma, artífice del controvertido sistema de oligarcas. Incluso Víktor Yúshchenko y Petró Poroshenko, que llegó al poder como un multimillonario, enfrentaron acusaciones formales.







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