1 SEPTIEMBRE DEL 2025, INTERNACIONAL. La producción en China por parte de empresas tecnológicas estadounidenses, como Apple, parecía hasta hace poco una jugada empresarial perfecta. La lógica era simple: producir a bajo costo en el gigante asiático garantizaba mayores márgenes de ganancia. Sin embargo, lo que se consideraba una estrategia brillante para maximizar beneficios, se convirtió, sin que las compañías estadounidenses se dieran cuenta, en una herramienta para potenciar a sus futuros rivales. Al fabricar miles de millones de productos para compañías extranjeras, China desarrolló capacidades industriales, tecnológicas y humanas que hoy la sitúan en una posición de liderazgo global.

La realidad detrás de esta relación simbiótica es que, mientras las empresas occidentales buscaban reducir costos, China las utilizaba para fortalecer su propio ecosistema tecnológico. Según Kyle Chan, investigador de la Universidad de Princeton, el gobierno chino orquestó un esfuerzo «muy deliberado» para atraer y utilizar a estas compañías. «Nunca fue tan sencillo como decir: ‘Vengan a fabricar aquí y todos quedamos contentos’», afirma Chan, sino que se impuso la condición de que las empresas debían contribuir al desarrollo del país. Este enfoque estratégico no se limitó a Apple, sino que se extendió a gigantes como Volkswagen, Bosch, Intel y Samsung, cambiando para siempre el centro de gravedad de la industria tecnológica.
El dilema de la producción global
El libro Apple in China: The Capture of the World’s Greatest Company, de Patrick McGee, revela cómo la dependencia de Apple para fabricar más del 90% de sus productos en China no solo generó ganancias extraordinarias, sino que también jugó un papel fundamental en el ascenso de la tecnología de China. Al transferir conocimiento, capacitar a personal local y supervisar la producción, Apple y otras empresas occidentales contribuyeron directamente a la formación de fabricantes chinos. Con el tiempo, estos proveedores locales fueron reemplazando a los extranjeros en la cadena de producción de dispositivos como el iPhone, desde piezas básicas como lentes y pantallas hasta componentes más complejos. Este proceso ha sido tan exitoso que, según un análisis de Nikkei Asia, un 87% de los proveedores de Apple tienen plantas de producción en China, y más de la mitad de ellos son empresas locales.

La carrera por la inteligencia artificial
Un claro reflejo de esta feroz competencia es el sector de la Inteligencia Artificial, donde la tecnológica china ya compite de frente con Estados Unidos. Mientras que EE.UU. se jactaba de tener la delantera con modelos como GPT-3 de OpenAI, China hizo un movimiento audaz. El lanzamiento del chatbot DeepSeek, desarrollado a una fracción del costo de sus competidores, demostró que la velocidad con la que la tecnología china está acortando distancias es asombrosa. A pesar de las restricciones impuestas por EE.UU. a la exportación de chips avanzados para IA, las empresas chinas han encontrado maneras de innovar.
Esta situación no es nueva. Las sanciones impuestas por EE.UU. a empresas como Huawei, acusada de espionaje, la forzaron a desarrollar su propio sistema operativo y chips. Aunque las medidas restrictivas pueden ralentizar a China a corto plazo, a mediano y largo plazo impulsan al país a fortalecer su propia cadena de suministro tecnológica independiente. Los expertos coinciden en que los gigantes tecnológicos chinos como Huawei y Xiaomi no solo están produciendo teléfonos, sino que también se han lanzado a la fabricación de vehículos eléctricos y otros productos de alta tecnología, demostrando su capacidad para competir globalmente.

A diferencia del enfoque de mercado de EE.UU., China tiene un sistema que fomenta una intensa competencia interna, con gobiernos locales que respaldan a sus propias empresas, creando un «torneo» que produce jugadores competitivos a nivel mundial. Además, la tecnología china se beneficia de la «magnitud» de su población. China puede probar tecnologías emergentes con su vasta población, lo que acelera el ritmo de desarrollo. Como resultado, en algunas áreas, como la innovación y la escalabilidad, China ya ha comenzado a superar a Estados Unidos, redefiniendo el futuro de la tecnología global y estableciendo sus propios estándares.