
9 DE JULIO-Donald Trump no solo ha regresado al escenario político, también lo ha hecho con una estrategia que, para muchos, tiene un trasfondo más complejo que su actitud provocadora y contradictoria. Analistas internacionales señalan que el republicano podría estar aplicando la teoría del loco, un enfoque que busca aparentar inestabilidad para obtener ventajas en negociaciones, especialmente en temas de comercio exterior.
Durante su primer mandato ya dio señales de un estilo poco ortodoxo, pero en esta nueva etapa parece haber intensificado su forma de gobernar con declaraciones que desconciertan a sus aliados y enfrentan a sus adversarios. El método, que puede parecer impulsivo o irracional, tendría raíces en una estrategia usada por Richard Nixon en los años 70, y consiste en generar incertidumbre e incluso temor en sus interlocutores, para forzar concesiones diplomáticas o económicas.
La esencia de esta teoría es simple pero inquietante: hacer creer al adversario que el mandatario puede actuar de manera impredecible y hasta peligrosa. Con esto, se busca que otros gobiernos cedan ante la presión para evitar consecuencias más graves. En el caso de Trump, sus amenazas sobre aranceles altísimos o restricciones comerciales radicales parecen haber surtido efecto en más de una ocasión.

Vale la pena recordar que Nixon no usó esta estrategia únicamente para presionar a Vietnam del Norte, sino también como una forma de influir en la percepción global de su presidencia en plena Guerra Fría. Ahora, con un panorama geopolítico distinto pero igualmente tenso, Trump estaría reinterpretando esa maniobra para reforzar el proteccionismo económico estadounidense, aprovechando un contexto mundial fragmentado por guerras comerciales, inflación y crisis migratorias.
Lo más interesante, y quizá preocupante, es que esta forma de política exterior funciona justamente por su ambigüedad. No se puede saber si una amenaza de Trump es una estrategia o una emoción impulsiva, y esa duda es la base del poder de esta táctica. La línea entre lo calculado y lo errático se vuelve difusa, desafiando tanto a sus opositores como a los propios medios de comunicación.
En tiempos donde se exige mayor claridad y responsabilidad a los líderes mundiales, la teoría del loco plantea un reto ético: ¿es válido fingir irracionalidad para conseguir acuerdos? ¿Puede un líder democrático utilizar tácticas de miedo para defender sus intereses? Mientras Trump continúa avanzando con su agenda, el debate está más vigente que nunca.
