
El ambiente legislativo en México se vio agitado nuevamente por un acto de falta de seriedad en el trabajo parlamentario. El diputado de Morena y exfutbolista, Cuauhtémoc Blanco Bravo, fue sorprendido y exhibido en redes sociales mientras jugaba pádel. Lo insólito y lo que desató la polémica fue que el diputado estaba realizando su actividad física en plena reunión virtual de la Comisión de Presupuesto. Esta conducta fue vista como una grave falta de respeto hacia sus compañeros y hacia las responsabilidades que conlleva su cargo, especialmente al tratarse de una comisión tan importante para la administración pública.
La Defensiva del Legislador: Un Debate Entre el Deporte y el Deber
Al ser señalado por la oposición y los medios, el diputado Cuauhtémoc Blanco lejos de ofrecer una disculpa, optó por una defensa poco convencional y confrontativa. Argumentó que su actividad física, el pádel, era necesaria para «cuidar su corazón» y mantener su salud. Esta justificación, aunque personal, no fue bien recibida, pues para sus críticos no justifica el abandono de sus deberes legislativos en una reunión oficial. El legislador incluso elevó la polémica al retar públicamente a sus compañeros a que lo multaran o sancionaran, sugiriendo que las consecuencias por su acción serían mínimas.
La postura del diputado de Morena generó una ola de indignación, ya que millones de ciudadanos siguen las sesiones parlamentarias esperando ver a sus representantes concentrados en la toma de decisiones. El hecho de que se priorice el ejercicio personal sobre la participación activa en una Comisión de Presupuesto, donde se definen los recursos de la nación, es un reflejo de la percepción de frivolidad y falta de compromiso de algunos políticos.
La Ironía de la Sanción: «No Hay Sanciones por Hacerse Pendejo»
La reacción más contundente y certera vino del coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Rubén Moreira, quien sintetizó la polémica con una frase cruda y directa: «No hay sanciones por hacerse pendejo». Esta declaración de Moreira señala la dolorosa ironía del sistema legislativo mexicano. Aunque la conducta del diputado es éticamente reprobable y una falta de respeto al trabajo parlamentario, la realidad es que el reglamento interno de la Cámara de Diputados no contempla sanciones severas o eficaces para castigar la falta de atención, el ausentismo no justificado o la frivolidad en las sesiones virtuales.