
Un nuevo y dramático capítulo de inestabilidad política se abrió en Madagascar, la gran isla africana, luego de que el ejército tomara el poder, forzando la huida del presidente Andry Rajoelina. La agencia Reuters confirmó que el mandatario abandonó el país a bordo de un avión militar francés, un giro inesperado que pone fin, al menos temporalmente, a su mandato. La clave de este cambio radical fue la unidad élite CAPSAT, que, tras semanas de intensas protestas juveniles, decidió voltearse contra el mismo líder al que ayudó a subir al poder en 2009.
El quiebre dentro de las fuerzas armadas ocurrió después de semanas de manifestaciones masivas, protagonizadas en gran parte por jóvenes, que exigían la dimisión de Rajoelina y denunciaban la creciente pobreza, el costo de la vida y la presunta corrupción. La respuesta a estas protestas fue violenta en un principio, dejando un saldo lamentable de 22 personas muertas. Sin embargo, la unidad CAPSAT, conocida por su poder e influencia, se unió a los manifestantes, rehusándose a seguir reprimiendo a la población. Este movimiento fue decisivo para precipitar la caída del presidente.
Unidad Militar Rebelde Asume el Control

El Cuerpo de Administración de Personal y Servicios del Ejército de Tierra (CAPSAT) no solo se rebeló, sino que anunció la toma del control de las Fuerzas Armadas y, de facto, del país. Los militares han declarado la disolución de la Corte Constitucional, un paso claro hacia el desmantelamiento del orden legal anterior. Este anuncio subraya la seriedad de su acción y su intención de reestructurar las instituciones del Estado.
Los líderes del golpe, al parecer, buscan distanciarse de una toma de poder puramente militar al prometer la pronta instalación de un gobierno civil. Se espera que en los próximos días se den a conocer más detalles sobre la naturaleza y composición de esta administración de transición. Este anuncio busca calmar las aguas a nivel nacional e internacional, presentándose como una respuesta a los «llamados del pueblo» y no como una ambición personal o militar.
La historia reciente se repite de manera notable. La unidad CAPSAT fue instrumental en el golpe de Estado de 2009, que precisamente llevó a Andry Rajoelina al poder tras derrocar al entonces presidente Marc Ravalomanana. Once años después, esa misma fuerza élite le ha retirado su apoyo, demostrando que en la compleja política malgache, las alianzas militares son volátiles y pueden ser la llave tanto para acceder al poder como para perderlo.
La Raíz de la Crisis