La CDMX es hoy una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo, pero como muchos sabemos, no hace más de un siglo sus principales avenidas eran ríos que todavía corrían libremente.
Debido a que la ciudad se vio cada vez más poblada y ante el peligro de las grandes inundaciones, estos ojos de agua fueron quedaron ocultos para darle paso a la urbanización.
Hay que recordar que nuestra ciudad se construyó a partir de lo que fue el islote de la Gran Tenochtitlan en el lago de Texcoco. La naturaleza del lugar estaba rodeada de grandes lagos y afluentes provenientes de las sierras que rodean al Valle de México. La naturaleza humana pudo más que la madre naturaleza, aunque las dos forman parte de lo mismo.
La desaparición de las aguas de la ciudad comenzó con la llegada de los españoles, que al presenciar las grandes inundaciones que se daban en el lugar, decidieron desviar el cauce de los ríos y disminuir los lagos y lagunas para que la ciudad principal de la Nueva España se fundara sobre lo que fue la ciudad más importante del México prehispánico.
Las aguas de la CDMX en tiempos de la conquista
Con los tiempos de la conquista Hernán Cortés decidió poner en pie la ciudad colonial en lo que era el islote de la gran Tenochtitlan. El problema comenzó con una gran inundación que se dio en 1555 por las lluvias intensas. Si el hombre quería vivir en paz, tendría que luchar contra el dominio de las aguas.
El entonces llamado Río Santiago se desbordó por la zona de Tlatelolco y los conquistadores ya se arrepentían de la fundación de la nueva ciudad en el islote. El gobierno virreinal decidió desviar el curso del río De los Morales con el albarradón —o dique— de San Lázaro que fue derribado por otra inundación en 1604.
El río Azcapotzalco se desbordó en 1607 y se tuvo que construir el Tajo de Nochistongo, un túnel de casi 7 kilómetros de largo para desviar las aguas. Los ríos Coyoacán y Tacubaya también eran motivo de preocupación.
En 1629 otra inundación fatal conocida como el Diluvio de San Mateo hizo que se desbordara el río Cuautitlán. Hubo miles de muertes y gran cantidad de la población emigró a otros lugares del país. La lluvia cayó durante 40 horas sin parar. El Tajo de Nochistongo se rompió y el agua subió hasta dos metros en la ciudad. La gente se tuvo que transportar en canoas durante un tiempo.
Los ríos de la ciudad pierden su cauce
A principios del siglo XIX, en 1825, se decidió encausar las aguas de los ríos Tacubaya y Xola para que desembocaran en el Canal Nacional, que sería conocido como el río de la Piedad. Ya para inicios del siglo XX, los que quedaron activos eran los ríos De los Remedios, Tlalnepantla, Consulado, De la piedad y Churubusco. Sus aguas eran controladas por las presas de Dolores y Tecamachalco.
Los grandes ríos son entubados
Las aguas de la ciudad perdieron la fuerza de sus corrientes y ya representaban un foco de infección para la población porque también se volvieron tiraderos de basura. Además las inundaciones continuaban.
La decisión de entubar las aguas que quedaban llegó en 1942, en el gobierno de Manuel Ávila Camacho. Primero fueron los ríos Churubusco y Consulado, y en 1950 siguieron los ríos De la Piedad, Tacubaya y Becerra.
Y así les llegó también el tiempo de ser entubados a los ríos Magdalena, San Juan de Dios de Tlalpan, el canal de Miramontes y por último el río De los Remedios que ya se usaba para llevar aguas negras. Se entubó y se construyó el Anillo Periférico.
De este río todavía hay un tramo al poniente de la ciudad que llega hasta el Estado de México. También parte del Río Magdalena corre al aire libre desde el Desierto de los Leones hasta los Viveros de Coyoacán.
Las grandes avenidas que alguna vez fueron ríos
Rescatamos estas imágenes de los ríos que antes corrían libres en donde hoy son grandes avenidas que cruzan la ciudad.
Río Magdalena
Río Mixcoac
Río Churubusco
Viaducto Río de la Piedad
Viaducto Río Becerra
Canal de Miramontes
Canal de la Viga
Río Consulado
Actualmente sufrimos de escasez de agua, pero lo que es la CDMX fue en el pasado un lugar con lagos generosos y gran cantidad de ríos que hoy permanecen como drenajes y mantos acuíferos bajo las grandes avenidas que le dan paso a la urbanización.