Hablemos del surrealismo, ese movimiento artístico y literario de principios del siglo XX que se caracteriza por cruzar los límites de la realidad y expresar la máxima belleza del absurdo. Esta corriente creativa tiene exponentes importantísimos como Dalí o Max Ernst y una cercana relación con la Ciudad de México donde podemos contemplar varios paisajes surrealistas.
Y es que esta capital no sólo refugió a varias de las figuras surrealistas como Leonora Carrington, también fue la gran inspiración de André Breton, el ideólogo del movimiento y autor del Manifiesto Surrealista de 1924.
De acuerdo con sus propias palabras, Bretón pasó una larga temporada en la CDMX. En uno de esos días mandó a hacer una mensa y la dibujó con perspectiva para que el carpintero supiera cómo hacerla y sus dimensiones.
Unos días después pasó a recogerla; ya estaba lista. No obstante, la mesa tenía tres patas y en vez de un círculo, era un triángulo. Cuando Breton preguntó qué había pasado, el ebanista le mostró su dibujo. André se rio y dijo que sin duda “la Ciudad de México era el lugar más surrealista del mundo.”
Con esto en mente, y porque sabemos que un viaje por la CDMX nunca será del todo normal, hemos seleccionado cinco lugares un poco raros, un poco inadvertidos, que trascienden la realidad concreta y nos invitan a caminar sobre un pequeño y maravilloso sueño.
1.Laberinto del Ajusco
En 1999, un historiados del arte llamado Ignacio Figueroa decidió construir en su jardín una réplica exacta del laberinto inglés en el que Ana Bolena se perdió y se encontró muchas veces.
El resultado fue una edificación pequeña, pero única, a las faldas del Ajusco. Un laberinto de paredes verdes que ofrece una aventura por 20 minutos y que nos permite tirarnos en el pasto e inhalar un poco de aire puro en un entorno que parece sacado de un paisaje europeo.
2.Cárcamo de Dolores
No todos los paisajes raros de la ciudad están por fuera, algunos son subterráneos. En este caso particular hay uno que está dentro de una obra hidráulica en la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec.
Construido a principios de los años 50, a propósito de las obras del Sistema Lerma, el cárcamo es también un edificio funcionalista que le sirvió de lienzo a Diergo Rivera para pintar, El agua origen de la vida en la Tierra; un mural que relata la simbólica relación que esta ciudad ha tenido con el líquido vital desde épocas prehispánicas.
Hay que destacar que el edificio se ha restaurado en múltiples ocasiones y que es por demás inadvertido a pesar de su importancia.
Aquí, además de contemplar los trazos de Rivera, está la famosa fuente del Dios Tláloc, una oda inmensa a toda la lluvia que cae en la ciudad.
3.Cerro de las Estrella
Uno de los paisajes más surrealistas de la Ciudad de México se ubica en la Alcaldía de Iztapalapa. Se trata de un parque nacional, que también es un museo arqueológico y un mirador asombroso desde el que los pueblos originarios contemplaban las estrellas.
En la cima de esta pequeña montaña se realizaba la ceremonia del Fuego Nuevo para adorar el sol. Estos rituales iniciaron cientos de leyendas, entre ellas que entre las cuevas del bosque hay un tesoro esperando a que alguien lo encuentre.
4.Desierto de los Leones
Enclavado en la delegación de Cuajimalpa, este Parque Nacional representa en sí mismo el sincretismo y la rareza de la Ciudad de México.
Aquí no solo encontraremos uno de los pulmones verdes más grandes e importantes que existen en esta ciudad, sino también el primer convento que se construyó en la capital, una mole de piedra en la que los carmelitas descalzos querían escapar del bullicio del siglo XVII.
Como dato curioso, tiene este nombre porque se cree que los religiosos vieron a un puma deambular entre los árboles del bosque.
5.Cerro del Tepeyac
Para los creyentes, la falda de esta montaña representa tanto la aparición de la Virgen de Guadalupe como su encuentro con Juan Diego. Esto genera una atmósfera un tanto absurda en la que conviven los símbolos religiosos con las rocas de una montaña que parece estar cortada por la mitad.
Además de contar con una capilla propia llamada el Cerrito, ser un santuario de adoración para los feligreses y estar pagada a la Basílica de Guadalupe, el Cerro del Tepeyac nos ofrece una vista excepcional del norte de la Ciudad de México, un paisaje de casas y cielo que no se parece a nada.
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