
China ha presentado planes ambiciosos para desarrollar un portaviones de propulsión nuclear de nueva generación que, según expertos citados por medios oficiales, podría integrar armas láser de alta energía y un cañón electromagnético capaz de lanzar proyectiles a velocidades hipersónicas. El proyecto retoma ideas que varios países han explorado —incluida la Armada de EE. UU.— pero que hasta ahora han sufrido límites técnicos y económicos. En Pekín defienden que la conjunción de energía nuclear y sistemas eléctricos avanzados permitiría alimentar estas armas y dotar a la nave de capacidades inéditas.
El cañón electromagnético, o cañón de riel, acelera proyectiles mediante campos eléctricos y magnéticos en vez de pólvora, lo que permite velocidades de salida muy elevadas —teóricamente superiores a Mach 5— y un impacto principalmente cinético. Sus ventajas son la mayor velocidad y el menor coste por disparo en comparación con misiles guiados, pero entre sus retos esenciales están las ingentes demandas de energía, la erosión de los rieles con cada disparo y la necesidad de materiales y sistemas de refrigeración muy avanzados.
Los defensores del plan en China, entre ellos académicos y altos mandos navales, argumentan que un portaviones nuclear con una red eléctrica unificada podría integrar no solo cañones de riel, sino también armas de bobina y láseres, así como sistemas de guerra electrónica y aviones de nueva generación. Esa arquitectura eléctrica permitiría, en teoría, dedicar picos de energía a los sistemas de arma cuando fuera necesario, y gestionar de forma centralizada la propulsión, la generación y el consumo energético a bordo.
Históricamente, la Armada de EE. UU. invirtió más de una década y cientos de millones de dólares en desarrollar un cañón de riel antes de abandonar la línea por problemas técnicos y costos crecientes. Analistas señalan que las lecciones de esos programas son claras: la idea es atractiva, pero su implementación práctica exige resolver problemas de fuente y gestión de energía, durabilidad de componentes y logística de mantenimiento en el mar. China tendría que superar precisamente esos obstáculos para convertir la propuesta en una plataforma operativa fiable.
Si el proyecto prospera, sería un salto cualitativo respecto al actual portaviones más avanzado chino, de propulsión convencional, y replantearía la composición y la doctrina de combate naval en Asia y más allá. Un portaviones nuclear con capacidades de energía dirigida y cañones de riel cambiaría cómo se conciben la defensa aérea, la intercepción de misiles y el combate antibuque, aunque también abriría debates sobre costes, vulnerabilidades y escalada tecnológica en un entorno estratégico ya tenso.








