
El Kremlin ha justificado los recientes ataques nocturnos en Kiev, afirmando que formaron parte de su operación militar especial y se dirigieron exclusivamente contra objetivos militares y paramilitares. El portavoz presidencial, Dmitri Peskov, aseguró que las Fuerzas Armadas rusas están cumpliendo con sus tareas y que los ataques «tienen éxito» y «los objetivos son destruidos». Esta declaración se produce en medio de reportes de múltiples explosiones en la capital ucraniana y otras ciudades del país, y busca presentar el ataque ruso como una acción planificada y precisa.
Misión militar y diplomacia: La doble postura del Kremlin
A pesar de los bombardeos, Peskov insistió en que Rusia mantiene su interés en seguir un camino de negociación. «Rusia mantiene su interés en continuar el proceso de negociación para alcanzar los objetivos que nos planteamos por medios políticos y diplomáticos», subrayó el portavoz. Esta doble postura, que combina una fuerte ofensiva militar con un aparente interés en la diplomacia, es un rasgo característico de la estrategia del Kremlin. Mientras tanto, el Ministerio de Defensa ruso confirmó que los ataques nocturnos se llevaron a cabo con armas de precisión de largo alcance, incluyendo misiles hipersónicos Kinzhal, y vehículos aéreos no tripulados, dirigidos a empresas del complejo militar-industrial y bases aéreas ucranianas.
La justificación de los ataques se produce en un contexto de constantes acusaciones mutuas. Peskov señaló que «el régimen de Kiev también continúa atacando infraestructuras rusas, a menudo infraestructuras civiles». Esta retórica busca legitimar el ataque a Ucrania como una respuesta a las acciones del otro bando, en un ciclo de escalada que no parece tener fin. La versión rusa contrasta con los reportes de medios ucranianos, que mostraron videos de potentes explosiones en áreas civiles, aunque el Kremlin insiste en que los blancos eran militares.
Las declaraciones del Kremlin sobre los ataques nocturnos en Kiev revelan una sofisticada estrategia de comunicación diseñada para audiencias tanto internas como externas. Al justificar el ataque en Kiev como una operación contra «objetivos militares y paramilitares», el gobierno ruso busca desviar la atención de la destrucción civil y mantener la narrativa de una operación quirúrgica y limitada. La mención de misiles hipersónicos Kinzhal también sirve para proyectar una imagen de superioridad tecnológica y poderío militar. Al mismo tiempo, la insistencia en el interés por la vía diplomática pretende mostrar una cara más razonable a la comunidad internacional, intentando suavizar las críticas y presionar a Ucrania para que acepte los términos de una negociación.
Esta táctica, sin embargo, genera un claro contraste con la realidad del conflicto, donde los bombardeos indiscriminados han causado un enorme sufrimiento a la población civil. La declaración de Peskov, aunque busca justificar la operación militar, subraya la contradicción inherente en el enfoque ruso: una mano empuña el arma, mientras la otra supuestamente extiende la rama de olivo. La política del Kremlin en el conflicto sigue un guion que busca legitimar la violencia como un medio para alcanzar objetivos políticos, sin rendir cuentas por el impacto humanitario de sus acciones.
