
8 DE JULIO-Nacido en una base militar estadounidense en Alemania, hijo de un soldado norteamericano y una madre keniana, Jermaine Thomas creció pensando que era estadounidense. Sin embargo, su vida dio un giro drástico cuando fue detenido y deportado a Jamaica, un país en el que nunca había estado. Allí, hoy sobrevive como apátrida, sin documentos ni vínculo legal con la nación que lo acogió a la fuerza.
Los detalles de su caso son impactantes. Aunque su padre era ciudadano estadounidense, una combinación de errores burocráticos, malentendidos familiares y criterios legales opacos lo dejaron sin patria. La ley vigente en 1986, año de su nacimiento, exigía que su padre hubiera vivido 10 años en EE.UU. para transferirle la ciudadanía. Solo tenía nueve. Un año de diferencia que hoy significa un destino de desarraigo.
Tras múltiples condenas menores y problemas de salud mental diagnosticados —como trastorno esquizoafectivo bipolar— Thomas fue considerado por autoridades como un «delincuente extranjero» y enviado a Kingston. Allí vive sin identificación, sin trabajo, sin red de apoyo, dependiendo de refugios y expuesto al hambre, la inseguridad y la desesperación.

Los defensores de Thomas sostienen que su situación no debería ser castigada con el exilio. “No es justo responsabilizar a un niño por decisiones administrativas tomadas cuando tenía tres años”, afirmó un familiar. Y es que aunque Thomas cometió delitos, muchos de ellos están vinculados a su precariedad y a su salud mental, lo que resalta la necesidad de enfoques más humanos y rehabilitadores, en lugar de sanciones definitivas como la deportación a lo desconocido.
Hoy, Thomas espera, aislado, sin recursos, sin atención médica ni medicación adecuada. Su historia no solo cuestiona los procedimientos de inmigración, también desnuda una grieta legal e institucional que debería ser revisada con urgencia. Si no por él, por los muchos otros que pueden caer en el mismo vacío burocrático.
Lo verdaderamente alarmante de este caso no es solo la tragedia individual, sino el precedente que representa. Estados Unidos no forma parte de las convenciones internacionales sobre apatridia, por lo que personas como Thomas quedan atrapadas en un limbo legal. Se estima que hay más de 200 mil apátridas en EE.UU., personas que no pueden acceder a derechos básicos como vivienda, empleo o salud por no ser reconocidas como ciudadanos de ningún país. Y peor aún: pueden ser deportadas a países con los que no tienen ni lazos legales ni familiares.
