
El suicidio, una epidemia silenciosa entre los jóvenes mexicanos
El suicidio se ha convertido en una preocupación de salud pública en México, especialmente entre los más jóvenes. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) para 2024, el suicidio es la tercera causa de muerte más común en el grupo de 15 a 24 años. La situación es también alarmante para la población de 25 a 34 años, donde ocupa el quinto lugar. Cada día, en promedio, se registraron 24 suicidios, un promedio que ha ido en aumento, reflejando un crecimiento de 0.22% con respecto al año anterior y un preocupante incremento de casi 40% en la última década.
Este aumento se atribuye a dos factores principales. Por un lado, hay un incremento en el número de personas que enfrentan problemas de salud mental. Por otro, existe una mayor conciencia y socialización de estos problemas, en parte gracias a los esfuerzos colectivos para desestigmatizar y nombrar los padecimientos. El 10 de septiembre, Día Mundial para la Prevención del Suicidio, se convierte en una fecha clave para concientizar a gobiernos, personal de salud y a la población en general sobre la importancia de la prevención.
Las alarmantes diferencias entre hombres y mujeres
Las estadísticas del Inegi también revelan una importante brecha de género en el suicidio. En 2024, la tasa de suicidio en mujeres fue de 2.6 por cada 100,000, mientras que en hombres fue de 11.2 por cada 100,000. Esto significa que la prevalencia de suicidio es cuatro veces mayor en hombres que en mujeres. A pesar de esto, los datos indican que los intentos de suicidio son más comunes entre las mujeres. Esta diferencia es crucial para entender el problema desde una perspectiva más completa.
Para abordar esta disparidad, es fundamental entender la diferencia entre un intento suicida y un suicidio consumado. Un intento implica un acto potencialmente autolesivo que no resulta en muerte, mientras que un suicidio es un acto deliberado con resultado fatal. La existencia de esta brecha de género subraya la necesidad de que las políticas públicas tengan un enfoque específico que identifique y trabaje sobre las causas y necesidades únicas de ambos sexos. Es decir, las políticas de prevención de suicidio no pueden ser de talla única.
El enfoque de género en las políticas de prevención de suicidios es vital para su eficacia. Hombres y mujeres enfrentan diferentes presiones sociales y psicológicas, y las formas en que buscan ayuda o manejan sus problemas de salud mental pueden variar. Por lo tanto, los programas de prevención y los servicios de apoyo deben ser adaptados para responder a estas necesidades específicas.
La salud mental es un problema de salud pública
La salud mental es un tema de salud pública que debe ser abordado por el Estado. Se requiere de más inversión para proporcionar información adecuada y oportuna, desestigmatizar las enfermedades y garantizar un acceso efectivo a tratamientos profesionales para todos. Al reconocer la salud mental como una prioridad, se pueden crear políticas y programas que no solo prevengan el suicidio, sino que también mejoren la calidad de vida de las personas que enfrentan estos desafíos.