
El águila real, un emblema de la identidad y la historia de México, se encuentra en una situación crítica. A pesar de su majestuosa presencia en el escudo nacional, que remite al mito fundacional de Tenochtitlán, esta ave rapaz está al borde de la extinción en nuestro país. Según los registros más recientes, solo se han contabilizado 184 parejas reproductivas en 20 estados, una cifra alarmantemente baja que representa apenas el 10% de lo que se considera una población estable. Este declive pone en riesgo no solo a una especie, sino también a un símbolo vivo de la nación.
Un Símbolo Vigoroso en un Estado Vulnerable
El biólogo Luis Felipe Lozano Román, coordinador para México del Grupo Internacional para la Conservación del Águila Real, advierte que la especie, que figura en la Norma Oficial Mexicana (NOM-059-Semarnat-2010) como “amenazada”, debería ser reclasificada a “en peligro de extinción”. Este cambio refleja la grave situación que enfrenta la especie, amenazada por la pérdida de hábitat, la cacería, la electrocución en cables de alta tensión y el envenenamiento. El especialista subraya que, aunque en países como Estados Unidos la población de águilas calvas ha crecido, en México la situación es cada vez más preocupante y requiere de una acción inmediata.
Aunque la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales describe con detalle al águila del escudo, no la nombra explícitamente como águila real. Esta omisión legal ha sido señalada por expertos como un obstáculo en los esfuerzos de conservación. La propuesta es que el Congreso de la Unión declare oficialmente al Aquila chrysaetos como el ave nacional, lo que le daría un estatus de protección y una mayor relevancia a nivel gubernamental. Este reconocimiento sería un paso simbólico, pero crucial, para garantizar la supervivencia de la especie.

Lozano Román propone la creación de una oficina especial del gobierno federal dedicada a la conservación del águila real. Esta dependencia, que no solo estaría a cargo de la Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat) sino también de la Secretaría de Gobernación (Segob), tendría la misión de localizar y monitorear a las parejas reproductivas, evaluar sus hábitats, mitigar las amenazas y desarrollar proyectos de telemetría y anillamiento. La oficina también trabajaría en coordinación con los dueños de los terrenos donde habitan las águilas para involucrarlos en los planes de conservación.
El biólogo insistió en que los esfuerzos de conservación deben enfocarse en proteger a la especie en su hábitat natural, en lugar de mantenerla en zoológicos o centros de conservación. De esta manera, se asegura que los recursos se inviertan en la protección de los nidos activos, la reducción de amenazas y la rehabilitación de ejemplares dentro de su entorno. Este enfoque busca fortalecer a la población de águila real y devolverle su lugar en la naturaleza, garantizando que su supervivencia no dependa de su cautiverio.
El experto también compartió datos fascinantes que conectan el mito y la biología del águila. Afirmó que, a través de monitoreos, se ha comprobado que las serpientes son parte de la dieta de estas aves. Además, en 2014, el biólogo logró fotografiar a un ejemplar posado en un nopal, una imagen que confirma que la icónica escena del escudo nacional no es solo un mito, sino una realidad biológica. Los principales estados donde habita el águila real son Chihuahua, Zacatecas, San Luis Potosí y Baja California, que concentran el mayor número de parejas reproductivas del país.
