Can es una de las bandas más influyentes de la música contemporánea y, si bien cada una de sus partes abonó a crear un sonido que hasta nuestros días sigue teniendo eco, a Damon Suziki, su vocalista, se le pude atribuir mucho de su potencial creativo.
Surgida a finales de los 60 en Alemania, Can es emparentada con el movimiento krautrock. Y sí, pero hay más: quizás un cierto toque de psicodelía y experimentación, algo de jazz y mucho de lo que después explotaría con la música electrónica, el new wave, el post punk y el ambient. Aquí unas perlas, quizás las más digeribles.
“Spoon”
Con una letra que algunos interpretan como la liberación social y la creación de propias sendas, “Spoon” es una canción que es una delicia para el oído. Se oyen programaciones, sintetizadores, pequeñas percusiones y marcados sonidos provenientes de quién sabe qué instrumentos. Todo forma una melodía que acompaña la dulce voz de Suzuki, quien parece estar recordando las épocas en las que, después de abandonar Japón, vagaba por las ciudades de Europa, hasta que fue descubierto por sus compañeros de Can. Bueno, quizás no recordaba nada y siempre fue un trotamundos: “Oh, sitting on my chair where nobody want to care”.
“Moonshake”
Joya del krautrock, en el que el sonido insistente es cortesía de Holger Czukay (bajo) y Jaki Liebezeit (batería), mientras que los juegos en guitarra se le agradecen a Michael Karoli. Claro, voz de Suzuki. De hecho, esta sería una de las últimas canciones que el vocalista tocaría con Can: el álbum en el que viene “Moonshake”, Future Days (1973), es el último en el que participó Damon Suziki. Dato que sirve no para decir que Can se había estancado, sino que señalar que querían jalar para otros lados. Can se centró en un sonido más ambient y experimental, mientras que Suzuki se desapareció por casi 10 años, para después regresar con el proyecto “Damo Suzuki’s Network”.
“Mushroom”
Una canción del Tago Mago (1971) compuesta por dos trances: uno desarrollado por la hipnótica melodía y, otro, en el que parece envuelto Damo Suzuki, que, a la vez, es el que más poderosamente atrae a quien escucha. De una forma casi ritual, Suzuki sólo repite dos simples pero poderosas frases con las que evoca al hongo que azotó a su natal Japón (el hongo nuclear) y al hogo que significó su renacer (ya saben cuál hongo es). De “piel chinita” lo que hace Irmin Schmidt en teclados y sintetizadores.
“Soup”
Otra de, quizás, el disco más popular de Can, el Ege Bamyasi (1972). Poco más de 10 minutos, una duración nada rara en el catálogo de la banda alemana. De entre otras canciones que se pueden mencionar, vale la pena destacar “Soup” por ser un pequeño collage de todo lo que auditivamente es Can: extraño, letárgico, insistente, sorprendente, experimental, delirante y más. Una canción que, según Irmin Schmidt, se hizo casi al vapor. No tuvo edición ni nada… y, aun así, qué fregona es.
“Vitamin C”
Infaltable. La canción más popular de todo lo que creó Can. Sencilla, pero en ella se alcanzan a percibir los alcances de la banda y de cada uno de sus miembros. En el caso particular de Damo Suzuki, muy a su estilo, pasa de lo calmo a lo enervado, imprimiendo en su interpretación el énfasis necesario para lo que la letra intenta decir: ¡Estás perdiendo tu Vitamina C!… y no en referencia a lo que se consigue comiendo naranjas, sino a lo intangible y esencial de la vida.
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