Después del mediodía de este 21 de diciembre de 2023, recibimos una triste noticia cuando nos enteramos en diferentes redes sociales y medios de comunicación que había muerto una de las periodistas mexicanas más importantes de nuestro país, Cristina Pacheco, pero en el fondo muchos sabemos que no está sola, que ya está junto a su “eterno viajero”, el escritor José Emilio Pacheco, con quien tuvo una larga historia que, seguramente, seguirá en algún otro lugar.
La historia de Cristina y José Emilio Pacheco
Según El Sol de México, Cristina Pacheco contó a Ezra Shabot cómo comenzó su bonita historia con José Emilio. Sí, todo fue gracias a otro importante personaje de la cultura mexicana, el escritor y cronista Carlos Monsiváis, pues actuó como cupido, flechando a los dos cuando los presentó mientras trabajaban en la Revista de la UNAM, de acuerdo con la Casa Universitaria del Libro.
Fue justo ese día que empezaron a conocerse con una larga plática que no duró un par de horas, sino varias, ya que se dieron cuenta que tenían bastantes gustos en común, sobre todo por la literatura.
Como ocurre muchas veces, su historia inició como una amistad entre dos apasionados a la lectura; pero de encuentro en encuentro, los dos comenzaron a volverse tan unidos que ya no se pudieron separar y empezaron a vivir juntos mientras los dos aún estudiaban la universidad.
Así hasta que se casaron en 1961 y luego tuvieron a sus dos hijas, Laura Emilia y Cecilia. Después de eso, no hablaron mucho sobre su relación, preferían mantener todo en privado y disfrutar de su vida, de su familia y de sus más grandes pasiones, los libros y la historias que surgían de la ciudad, que al final fue lo que también disfrutamos todos nosotros con sus programas en Canal 11, en sus novelas y libros, en sus entrevistas transmitidas en televisión.
Y es que en la obra de los dos también se refleja su cariño, ya que ya siendo un escritor reconocido en México, José Emilio siempre impulsó a Cristina Pacheco para que escribiera, que dejara de hacerlo bajo un pseudónimo y decidiera hacerlo bajo su propio nombre.
Pero el poeta no se involucraba de más. La periodista siempre comentó que ambos se aconsejaban sobre su trabajo y no buscaban instruirse o competir por ver quién era mejor. Sólo se apoyaban y así fue durante más de 50 años en los que estuvieron casados, indicó alguna vez a la agencia de noticias EFE.
La muerte de José Emilio
Fue el 26 de enero de 2014 que comenzó una larga pausa en su historia, pues José Emilio Pacheco murió. Y fue justo Cristina quien relató después lo que le ocurrió, que el escritor resbaló y cayó al piso, y que tras el accidente se fue a dormir porque le dijo que tenía mucho sueño.
No despertaba, aunque el poeta respiraba aparentemente normal, no abría los ojos, por lo que la periodista decidió llevarlo al Instituto Nacional de Nutrición, donde lo atendieron. Pero desafortunadamente murió a causa de un paro cardiorrespiratorio.
A pesar de que los dos preferían mantener su relación, su historia en una cajita, nadie nunca dudó del amor que se tenían Cristina y José Emilio Pacheco cuando en conferencias, entrevistas o textos uno hablaba del otro con tanto cariño.
Y para muestra hay que leer solamente la carta que Cristina le escribió al autor de “Batallas en el desierto” cuando éste falleció, publicada en el periódico La Jornada.
El encuentro de dos viajeros
Una semana después de la partida de José Emilio, Cristina Pacheco tenía que publicar algo en “Mar de Historias”, y creyó que lo mejor que podría escribir sería una despedida a su compañero de vida.
Abrió esa cajita que junto al escritor pocas veces había abierto para dejar escapar una que otra anécdota sobre su relación y entonces nos dio detalles tan íntimos, tan lindos y de los dos que seguramente pocos conocían a su alrededor.
Llamadas por teléfono, cartas escritas a la vieja usanza que ya casi no se ven y diarios de viaje que luego se compartían para saber qué habían hecho el uno sin el otro.
Cristina tenía tanto que escribir tras el largo viaje de José Emilio que no le alcanzaban las libretas que tenía a la mano: “Mañana compraré una libreta gruesa (donde copiaré lo que escriba hoy) y luego otra y otra, porque tu viaje esta vez será muy largo. Por favor, tú también escribe el diario, pero no en papelitos sueltos, sin fecha, que luego tengo que ordenar como si fueran partes de un rompecabezas”.
Relató, como siempre lograba hacerlo a la perfección en cada uno de sus programas, las pequeñas cosas que los unía, que los acercaba a largas distancias y que sobre todo le recordaban demasiado al poeta. Como las frases que se solían decir antes de cada viaje: “Júrame que no te quedas triste”; “Procura dormir en el camino
“; “Cierra muy bien la puerta”; y “Te llamo en cuanto llegue”.
Esas pequeñas manías que tenía el escritor y que ella conocía a la perfección: “Si estuvieras aquí y te mostrara mi primera compra desde que te fuiste dirías: Este libro lo tenemos. ¿Para qué trajiste otro?
Pues para no ver tus anotaciones en los márgenes, las marcas que dejaste, la ceniza de tu cigarro que cayó entre las hojas. En las circunstancias actuales, encontrarme con esas huellas me lastimaría“.
Pero también contó la ausencia que había dejado su esposo en su casa y en ella misma: “Luego hice lo de siempre al mediodía: bajé a la cocina para hacer café. Aunque no lo creas resulta muy difícil y requiere de cierto valor preparar una sola porción de lo que sea cuando siempre has hecho dos. Con la taza en la mano salí al patio y puse a funcionar la fuente para que subiera el rumor del agua que te recuerda el mar”.
“Mañana escribiré en la primera libreta de las muchas que tendré que llenar contándote mi vida hasta el día en que vuelvas. Ya sé que esta vez no será pronto. En cierta forma es mejor: me darás tiempo de cumplir con todos tus encargos, entre ellos encontrar la pluma negra con la que tenías mejor letra. Esto me recuerda otro de mis pendientes: descifrar lo que escribiste en hojas sueltas las noches anteriores a tu viaje”.
“Hice una pausa. Me levanté del escritorio porque reapareció frente a tu ventana el colibrí que tanto te gustaba. Si él regresó, es imposible que no regreses tú“.
Y parece que ya regresó después de casi 10 años… Ahora, Cristina Pacheco ha terminado su viaje en este mundo, pero seguramente se unirá al de su amado José Emilio.
Adiós, “eternos viajeros”, ya podrán compartirse de nuevo sus diarios.
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