El politólogo, Daniel Zovatto, director de Idea Internacional, realizó un análisis sobre las elecciones en Argentina en el que señala lo inédito de la llegada de la segunda vuelta en los comicios.
En su artículo “Rumbo al balotaje. La Argentina en el espejo de la región“, publicado en La Nación, Zovatto analiza la situación rumbo a la segunda vuelta electoral.
Aquí les presentamos dicho análisis.
La sorpresiva primera vuelta del domingo 22 de octubre no logró definir al próximo presidente de la Argentina y obligó a ir a un balotaje el 19 de noviembre. Aunque no es habitual en nuestro país recurrir a una segunda vuelta para elegir al presidente, tampoco es algo novedoso. Desde el retorno de la democracia en 1983, de las diez elecciones celebradas, en ocho se contempló la posibilidad de un balotaje (tras la reforma de 1994). De hecho, en tres ocasiones, incluyendo este año, fue necesario recurrir a este mecanismo.
“En esta elección llegamos a una segunda vuelta inédita entre un candidato oficialista, el ministro de Economía Sergio Massa, responsable de una gestión económica desastrosa, y el líder opositor de La Libertad Avanza, Javier Milei, un outsider con poca experiencia política y un fuerte discurso disruptivo”
En la primera ocasión, en 2003, fue una suerte de interna peronista. Carlos Menem intentaba regresar al poder en busca de un tercer período, y a pesar de haber liderado la primera vuelta, desistió de presentarse ante una inminente derrota frente a Néstor Kirchner. La corta ventaja (24,45% a 22,25%) y el alto nivel de adhesión de los demás dirigentes políticos a Kirchner convencieron al ex mandatario de bajarse.
La segunda oportunidad fue en 2015. Daniel Scioli, candidato del oficialismo, había obtenido en primera vuelta 37,08% y el líder de la oposición, Mauricio Macri, 34,15%. En el balotaje, el entonces jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires terminó imponiéndose por un estrecho margen de 2,7% (51,3% vs. 48,6%) al candidato kirchnerista.
En esta elección llegamos a una segunda vuelta inédita entre un candidato oficialista, el ministro de Economía Sergio Massa, responsable de una gestión económica desastrosa, y el líder opositor de La Libertad Avanza, Javier Milei, un outsider con poca experiencia política y un fuerte discurso disruptivo. El primero obtuvo una clara y sorpresiva ventaja respecto al segundo de 6,7% (36,68% vs 29,98%), superior a la distancia que se registró en las dos primeras vueltas anteriores.
Massa y Milei acapararon dos tercios de los votos en la primera vuelta. Ahora, su desafío es mantener a sus votantes, motivar a quienes se abstuvieron en la primera instancia (un 22,35%) y ganar el respaldo del tercio restante que, en la primera vuelta, no optaron por ellos y que están indecisos, consideran votar en blanco o anular su voto.
La segunda vuelta o balotaje es un sistema electoral de origen francés que puede ser usado tanto para elecciones presidenciales como parlamentarias. Uno de los principales objetivos buscados al momento de su regulación en América Latina (década de 1980-1990) fue contrarrestar las frecuentes crisis de gobernabilidad producto de presidentes débiles que eran elegidos con bajos niveles de apoyo popular y colisionaban contra congresos fragmentados, lo que con frecuencia se traducía en salidas anticipada de los presidentes o con el quiebre de las democracias. Además, la introducción del balotaje permitiría en la primera vuelta elegir al que más próximo está a los ideales del elector (voto con el corazón), mientras en la segunda se vota “por el menos malo” (voto con la razón). La doctrina también señala que con el balotaje se procura prevenir la llegada a la presidencia de candidatos extremistas con bajos porcentaje de apoyo.
En nuestra región, por la particularidad con que el balotaje fue regulado, en muchos casos estos objetivos solo se han cumplido en parte, e incluso, más recientemente, hemos visto la manifestación de varios efectos no deseados; entre ellos, una excesiva fragmentación.
Pecado original
El pecado original de la segunda vuelta latinoamericana radica en que, mientras en Francia también van a segunda vuelta las legislativas y estas tienen lugar unas semanas después de las ejecutivas, en nuestra región se aplica solo a las elecciones presidenciales y los comicios para el Congreso son concurrentes con la primera vuelta presidencial. En sistemas presidenciales como los latinoamericanos esto produce, especialmente cuando hay reversión del resultado, un desfasaje que hace que el presidente llegue con una minoría legislativa propia y una férrea oposición del bloque partidario de quién ganó la primera vuelta (y frecuentemente fue también la primera fuerza en el Congreso).
Otro problema de percepción se debe a que la legitimidad que se obtiene en segunda vuelta es fabricada y sobredimensionada por las características de las dos opciones a elegir. El ganador suele hacerlo con un alto volumen de votos “prestados” cuyo objetivo es impedir que el otro candidato llegue al gobierno; apoyo que al poco tiempo le es retirado.
En América Latina
Actualmente, 12 de los 18 países de la región contemplan en sus constituciones la segunda vuelta, de los cuales 8 (Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana y Uruguay) contemplan el balotaje para elegir sus presidentes si uno de los candidatos no obtiene una mayoría absoluta (50% + un voto) en primera vuelta. Además, hay otros países que introdujeron la opción del umbral reducido, es decir, poseen criterios inferiores al 50% más uno para que un candidato que recogió amplio apoyo en primera vuelta no deba revalidar el resultado en una segunda contienda (Argentina, Bolivia, Costa Rica y Ecuador). En este grupo, Ecuador y Bolivia estipulan que para no ir a segunda vuelta se requiere un 40% de los votos válidos y una diferencia de 10% respecto al segundo. Costa Rica solo demanda que el primero supere el 40% de los votos. Mientras que en Argentina hay dos opciones, o el 45% más uno, o bien, el 40% y una diferencia de 10% respecto al segundo.
Un análisis comparado muestra que desde 1978 (inicio de la tercera ola democrática en nuestra región), el balotaje ha sido utilizado en 60 ocasiones (descontando las resoluciones de segunda vuelta del Congreso en Bolivia en las dos primeras décadas democráticas, y dos instancias de renuncia: Danilo Medina en 2000 en la República Dominicana y Carlos Menem en 2003 en Argentina) sobre un total de 98 elecciones que contemplaban la segunda vuelta, o sea se las utilizó un 61,2% de las veces. El país que más ha empleado la segunda vuelta es Ecuador en 11 oportunidades, seguido por Guatemala en 10, y Brasil y Perú con 7. República Dominicana y la Argentina son los país que menos la han utilizado, con una.
De estas 60 elecciones, en 20 casos (33,3%) el resultado de la primera vuelta se revirtió en la segunda. La diferencia promedio de votación entre primero y segundo en esos 60 balotajes fue de 9,7%. De los 28 casos en que se superó la media, solo seis veces (21%) hubo reversión. La más destacada por la amplitud del margen de distancia fue en 2016 en Perú, cuando Pedro P. Kuczynski dio vuelta una diferencia inicial de Keiko Fujimori de 18,8% para llegar a la presidencia.
En relación al próximo balotaje argentino, cabe tener en cuenta que en solo 21 de estos 60 casos (35%), la diferencia fue inferior al 6,7% que obtuvo Massa sobre Milei, y de estos 21 casos en 12 balotajes (57,1%) hubo reversión del resultado. En cambio, cuando el margen de victoria fue superior a 6,7% solo se produjo reversión en 8 de los 39 balotajes (20,5%). En otras palabras, a menor diferencia, mayor posibilidad de revertir el resultado y viceversa.
Dar vuelta la elección
El balotaje se está usando cada vez más, y la reversión del resultado es una de las principales tendencias del actual super ciclo electoral 2021-2024. Todas las elecciones celebradas entre 2021 y 2023 (8) que contemplaban el balotaje, necesitaron de la segunda vuelta para definir al presidente. En 5 de estas 8 elecciones (62,5%) hubo reversión del resultado: Ecuador 2021, Chile 2021, Costa Rica 2022, Guatemala 2023 y Ecuador 2023. Las tres excepciones fueron Perú (2021), Colombia (2022) y Brasil (2022). Y en 6 de estos 8 balotajes aumentó la participación electoral en segunda vuelta.
Uno de los factores clave a considerar es la variación en los niveles de participación electoral entre la primera y segunda vuelta. De las 60 elecciones con balotaje, el promedio regional en primera vuelta ha sido de 70,3%, y en segunda desciende a 68,6%. En 25/60 comicios la asistencia se incrementó en segunda vuelta, pero 10 de ellos ocurrieron en Ecuador. En la mayoría de las reversiones de resultado se observa un aumento de la votación en segunda vuelta, impulsadas principalmente por el temor que generó el candidato que lideró la primera vuelta.
La incertidumbre argentina
La Argentina se acerca a una segunda vuelta marcada por una profunda incertidumbre, polarización extrema y un aluvión de acusaciones, ataques y noticias falsas. El análisis de experiencias similares en otros países latinoamericanos ofrece perspectivas sobre lo que podría suceder en este decisivo balotaje.
Primero, de triunfar Massa sería la segunda excepción en las últimas 17 elecciones democráticas en Latinoamérica (la primera fue Paraguay en abril de este año), ya que en todas las demás viene ganando el voto castigo a los candidatos oficialistas.
Segundo, los datos muestran que quienes han liderado en primera vuelta con una votación similar a la de Sergio Massa (36%), solo en un 17,2% experimentaron la derrota en segunda vuelta.
Tercero, en términos de diferencia, la distancia que Massa consiguió sobre Milei (6,7%), está lejos de ser definitiva, ya que un 57,1% de las veces se revirtió el resultado.
“De cara al balotaje del 19 de noviembre, el panorama electoral sigue siendo incierto”
Cuarto, 25 balotajes combinan una distancia entre primero y segundo (6,7% o más) y un porcentaje de votos similar al que obtuvo Massa en la primera vuelta (36%), y de estos solo en cuatro balotajes (16%) el que quedó segundo en la primera vuelta logró revertir el resultado (Perú 2016, República Dominicana 1996, Uruguay 1999 y 2019).
Sin embargo, más allá de las estadísticas y probabilidades, en términos cualitativos hemos advertido que un factor clave en las segundas vueltas con características similares a las que se celebrará este 19 de noviembre viene dado por la capacidad de los candidatos para conformar coaliciones, de manera que les permita presentar al otro como “el mal mayor” a evitar.
Así, en las segundas vueltas el efecto psicológico del voto estratégico se activa, y quien represente “el menor riesgo” puede correr con ventaja. El problema es que en la Argentina ambos candidatos tienen mayor imagen negativa que positiva y, como señala Martín Caparrós, “el menos malo es malísimo” y “el karma es que debemos escoger entre cosas espantosas”.
El clivaje central del próximo balotaje está centrado en “continuidad o cambio”, pero el tipo de continuidad o cambio que ofrecen ambos candidatos será decisivo para el resultado final. Si bien en las PASO el voto bronca se impuso, en la primera vuelta el voto miedo resultó vencedor. Ahora, en el balotaje existe un doble miedo: a perpetuar el desastre económico-social con el ministro-candidato o a dar un “salto al vacío” con el disruptivo outsider Milei.
En resumen: de cara al balotaje del 19 de noviembre, el panorama electoral sigue siendo incierto. Aunque las encuestas, que han perdido considerable credibilidad, presentan resultados variados, Massa parece conservar la delantera obtenida en la primera vuelta, aunque con un margen decreciente. Según nuestra evaluación de experiencias electorales en otros países latinoamericanos, el margen de ventaja obtenido por Massa en la primera vuelta no es decisivo y se puede revertir en el balotaje. Pero estas reversiones, como vimos, dependen de varios factores y son más probables cuando hay un aumento en la participación electoral. Por eso, la decisión que adopte el Gobierno respecto al feriado del lunes 20 de noviembre será una variable clave.
Más allá del balotaje, el panorama político que surge de este proceso, complejo y polarizado, con un gobierno de coalición, un Congreso dividido y una mayor pluralidad en los gobiernos provinciales, anticipa desafíos significativos en términos de gobernabilidad para el presidente electo.
Por Daniel Zovatto, director de Idea Internacional
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