El papa Francisco inauguró este lunes la “Casa de La Misericordia” en la capital de Mongolia, un centro que se ocupará de los más necesitados, de víctimas de violencia y migrantes, y aseguró que la Iglesia católica “que se distingue en el mundo por su gran compromiso en obras de promoción social, no hace todo esto por proselitismo”.
En el último acto de su visita a Mongolia, donde llegó el pasado viernes, para dar ánimos a la pequeña comunidad de unos 1.400 católicos, Francisco acudió al que era un edificio en desuso en el distrito de Bayangol y que se ha convertido tras la intervención de la Iglesia en un refugio temporal para mujeres y menores obligados a huir de sus hogares por violencia, pero también un lugar para primeros auxilios para atender a personas sin hogar.
En una de las salas del centro, que también servirá de albergue temporal para los inmigrantes que lleguen a la ciudad sin ningún punto de referencia, Francisco recordó que “los primeros misioneros llegaron a Ulán Bator en los años noventa, sintieron inmediatamente la llamada a la caridad”.
ºDespués de que algunos jóvenes con discapacidades cantasen y bailasen para él, el papa afirmó que “el verdadero progreso de las naciones, en efecto, no se mide en base a la riqueza económica ni mucho menos a los que invierten en la ilusoria potencia de los armamentos, sino a la capacidad de hacerse cargo de la salud, la educación y el crecimiento integral de la gente”.
Francisco aprovechó también su discurso para “animar a todos los ciudadanos de Mongolia, conocidos por su magnanimidad y capacidad de abnegación, a comprometerse en el voluntariado” y aseguró que fue el Gobierno del país quien pidió a la iglesia que ayudase en algunas emergencias sociales, así como quiso desmentir algunos mitos sobre la solidaridad.
En primer lugar, aquel por el cual sólo las personas pudientes pueden comprometerse en el voluntariado. La realidad dice lo contrario: no es necesario ser ricos para hacer el bien, es más, casi siempre son las personas comunes las que dedican tiempo, conocimientos y corazón para ocuparse de los demás”, dijo.
Y continuó que se debe desmontar el mito que apunta a “que a Iglesia católica, que se distingue en el mundo por su gran compromiso en obras de promoción social, hace todo esto por proselitismo, como si ocuparse de los otros fuera una forma de convencerlos y ponerlos de su lado”.
No, la Iglesia no va adelante por proselitismo, va adelante por atracción”, aseveró el papa, que agregó que “los cristianos reconocen a quienes pasan necesidad y hacen lo posible para aliviar sus sufrimientos porque allí ven a Jesús”.
Y que otro mito “a desenmascarar es aquel según el cual lo que cuenta serían sólo los medios económicos, como si el único modo para hacerse cargo de los demás fuera la contratación de personal asalariado y el equipamiento de grandes estructuras” pues aunque la caridad requiere profesionalidad, “las iniciativas benéficas no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad”.
Tras esta visita, el papa se dirigió al aeropuerto para regresar a Roma, donde aterrizará a las 17:30 italianas (16:30 GMT) tras once horas de vuelo.
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