Contraste entre el discurso y el trabajo legislativo
El trabajo legislativo de Cuauhtémoc Blanco cerró el periodo de septiembre de 2024 a diciembre de 2025 con números difíciles de ignorar: cero iniciativas propias y solo una participación en tribuna, y esa única intervención fue para defenderse del proceso de desafuero. Aun así, el diputado utilizó su cuenta de X para presentar un balance muy distinto, resaltando “altas y bajas, debates intensos” y un periodo que, según su versión, dejó avances en beneficio de la ciudadanía.
En su mensaje, Blanco destacó que en la última sesión se aprobaron 30 proposiciones con punto de acuerdo, decisiones que, sin duda, forman parte de la actividad del Pleno, pero que no necesariamente reflejan su aportación personal como legislador. Estas proposiciones suelen ser iniciativas colectivas o provenientes de otras bancadas, lo que abre el contraste entre los resultados institucionales y la participación individual del exgobernador.
La narrativa de cumplimiento que proyecta en redes sociales se aleja de su actividad real dentro del Congreso. Aunque afirma que los exhortos aprobados abarcan temas como salud, movilidad, medio ambiente, cultura, igualdad de género, pueblos originarios o bienestar, lo cierto es que no presentó propuestas propias que impactaran directamente en esos ámbitos. Aquí es donde surge el valor adicional de revisar el registro legislativo para entender cuánto aporta cada diputado más allá del mensaje público.
Revisión del periodo: desempeño y narrativa pública
También resaltó la aprobación del acuerdo que define quiénes integrarán la Comisión Permanente durante el receso legislativo. Sin embargo, este es un acto de trámite del Congreso que no implica una labor destacada de su parte. La diferencia entre trabajo parlamentario y presencia política se hace más evidente en este tipo de publicaciones, donde el balance se construye más desde la comunicación que desde los hechos.
El caso de Blanco abre una conversación más amplia sobre cómo los funcionarios emplean sus redes para construir percepciones distintas de su desempeño. Mientras en la Cámara de Diputados su actividad fue prácticamente nula, en X se presenta como parte de un esfuerzo colectivo que “sí cambia la vida de la gente”. Esa distancia entre discurso y realidad legislativa es, a final de cuentas, un punto clave para evaluar la representatividad.
Este contraste también refleja una tendencia creciente: la desconexión entre el trabajo medible y la narrativa política. Si un representante público puede cerrar un año sin iniciativas, sin debate y con mínima intervención, pero aun así proyectar una imagen de productividad, entonces la discusión debe centrarse en cómo la ciudadanía puede acceder a indicadores claros que permitan distinguir entre la foto y el fondo.
Al final, mientras Cuauhtémoc Blanco agradece el acompañamiento en “este camino”, los datos oficiales muestran que caminó poco dentro del Congreso. Y ese desfase es, quizá, lo que más debería discutirse en un periodo que él mismo calificó como “de debates intensos”.
