
2 DE DICIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. El expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández (JOH), ha salido de prisión en Estados Unidos tras recibir un indulto del presidente Donald Trump. Hernández, quien cumplía una condena de 45 años de cárcel por delitos de narcotráfico, vio revocada su sentencia de manera sorpresiva, según consta en los registros federales. Trump anunció el perdón presidencial en su red social Truth Social, argumentando que el exmandatario centroamericano había sido tratado con «mucha dureza e injusticia». Esta decisión es notable, ya que se produce poco después de que Hernández fuera declarado culpable en junio de 2024 por un tribunal de Nueva York de haber traficado cerca de 500 toneladas de cocaína a EE. UU.
El Indulto y la Política en Honduras
El momento elegido por Donald Trump para conceder el perdón presidencial a Hernández resultó ser estratégicamente político. El anuncio se hizo a menos de 48 horas de que los hondureños acudieran a las urnas para elegir al sucesor de la presidenta izquierdista Xiomara Castro. Trump aprovechó el indulto para, de paso, expresar su respaldo a Nasry «Tito» Asfura, el candidato del derechista Partido Nacional y sucesor de Hernández, lo que enturbió el panorama electoral. Este movimiento genera controversia, especialmente considerando la reciente ofensiva militar de Washington en el Caribe para frenar el tráfico de drogas, que ha resultado en el hundimiento de narcolanchas y la muerte de más de 80 personas. La acción de indultar a un político acusado de promover un narcoestado mientras se combate el narcotráfico en el mar resulta ser una paradoja para la administración estadounidense.
Los fiscales que llevaron a Hernández a juicio lo acusaron de transformar a Honduras en un «narcoestado», alegando que se había lucrado personalmente al facilitar el contrabando de drogas a gran escala. Antes de su condena, Hernández ya había marcado hitos políticos: en 2014 se convirtió en el presidente más joven desde 1980 y en 2017 fue el primero en ser reelegido en décadas. Su carrera, que comenzó como líder estudiantil y luego como diputado del poderoso Partido Nacional, culminó con la presidencia del Congreso, donde impulsó una agenda de «mano dura» contra el crimen organizado, lo que irónicamente le ganó respaldo, pese a las crecientes sospechas sobre sus nexos con el narcotráfico.
Su gestión presidencial fue altamente convulsa. Aunque prometió «recuperar la paz y la tranquilidad» en un país asolado por la violencia del crimen organizado, las sospechas de su complicidad estallaron en 2018 con la detención de su hermano, Juan Antonio «Tony» Hernández, acusado de narcotráfico en Miami. A pesar de que JOH negaba los vínculos, las acusaciones se acumularon. Además, su imagen se deterioró por protestas masivas debido al desvío de fondos del Seguro Social y por su decisión de no renovar el mandato a la MACCIH (Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras), una instancia crucial para combatir la corrupción en el país.

Los fiscales que lo procesaron en EE. UU. sostuvieron que Hernández había «pavimentado una autopista de cocaína» hacia el país del norte, protegido por su poder político. Las investigaciones revelaron que sus vínculos con el narcotráfico databan de 2004, mucho antes de llegar a la presidencia. Los testimonios de criminales arrepentidos y los registros telefónicos indicaron que recibió millones de dólares en sobornos para permitir el contrabando de casi 500 toneladas de cocaína, con el doble objetivo de enriquecerse y «mantenerse en el poder de forma corrupta». Un testigo clave, el exalcalde Alexander Ardón, aseguró haber entregado millones de dólares tanto a Hernández como al expresidente Lobo a cambio de rutas libres de obstáculos para mover las drogas en sociedad con el Cartel de Sinaloa.








