
2 DE DICIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. Una magistrada belga causó un fuerte revuelo al publicar una carta abierta, haciendo un llamado «urgente» al gobierno y advirtiendo sobre la peligrosa infiltración del narcotráfico en el país. La funcionaria alertó que Bélgica, cuya capital, Bruselas, es también la capital de la Unión Europea (UE), podría estar camino a convertirse en un narcoestado, amenazando directamente al Estado de derecho. La jueza de Amberes, ciudad cuyo puerto es la principal puerta de entrada de cocaína a Europa, describió al crimen organizado como una «amenaza organizada que mina las instituciones». Aseguró que las grandes estructuras mafiosas se han consolidado como una fuerza paralela que desafía no solo a la policía, sino también al poder judicial, socavando la estabilidad institucional del país.
El Puerto de Amberes: Epicentro del Narcotráfico Europeo
Aunque expertos consideran exagerada la etiqueta de «narcoestado», la realidad es que el narcotráfico se ha transformado en un problema de seguridad mayúsculo para Bélgica. La criminóloga Letizia Paoli señala que la ubicación estratégica de Bélgica y el vasto puerto de Amberes, el segundo más grande de Europa, lo han convertido en un «punto de entrada natural» para la cocaína proveniente de América Latina. Este flujo constante de contenedores ofrece una oportunidad ideal para ocultar cargamentos ilícitos. Las autoridades neerlandesas intensificaron los controles en Róterdam antes que las belgas, desplazando el problema y consolidando a Amberes como un hub principal. Sin embargo, a pesar de la incautación de 44 toneladas de cocaína en Amberes en un año, las autoridades admiten que el problema sigue creciendo, como lo demuestra el aumento del 155% en las incautaciones de droga con destino a Bélgica en Sudamérica.
El problema del narcotráfico no se limita únicamente al puerto de Amberes. En Bruselas, el impacto del crimen organizado también es evidente y creciente. Cifras de la policía indican que en 2023 se registraron 1.977 casos de tráfico de drogas, lo que representa un aumento significativo del 26% con respecto al año anterior y un alarmante 76% desde 2015. Además, la capital belga reportó 6.595 incidentes de posesión de drogas en 2023. La violencia asociada a este fenómeno parece estar desbordando a las autoridades: en 2024 se registraron 89 tiroteos, y la cifra de este año se proyecta aún mayor. Bruselas ha catalogado 16 «hotspots» o zonas especialmente peligrosas, directamente vinculadas a bandas criminales y al narcotráfico.

La magistrada en su carta abierta detalló cómo las organizaciones criminales han logrado infiltrar diversos estamentos estatales, incluyendo los puertos, las aduanas, la policía e incluso los sistemas penitenciario y judicial. La jueza, junto a otros magistrados, ha sido objeto de amenazas, lo que motivó su desesperado llamado a la acción gubernamental para destinar más recursos y ofrecer mayor protección. Este nivel de infiltración es lo que eleva la preocupación sobre el deterioro de la capacidad del Estado para hacer frente al crimen organizado.
A pesar de las tendencias preocupantes, la criminóloga Paoli insiste en que no hay justificación para catalogar a Bélgica como un narcoestado. Ella define un narcoestado basándose en tres criterios clave: un nivel de violencia muy alto que afecte la vida comunitaria, una corrupción relacionada con las drogas tan diseminada que alcance las más altas esferas del gobierno, y una economía de la droga que aporte un porcentaje significativo al PIB nacional. Según Paoli, ninguno de estos tres criterios se aplica a Bélgica. Por ejemplo, aunque hubo seis asesinatos relacionados con el comercio de cocaína en Amberes en una década (2014-2025), la cifra es baja comparada con los 160 homicidios anuales totales del país, no llegando a representar ni el 10% del total.







