18 de Noviembre del 2025.- Un reciente informe publicado por el diario francés Le Monde ha sacado a la luz una intensa batalla interna que se está librando en los pasillos de Bruselas, comparando la situación con una verdadera serie de intrigas y traiciones políticas. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, parece estar acumulando cada vez más influencia y responsabilidades en detrimento de Kaja Kallas, quien ejerce como alta representante para Asuntos Exteriores del bloque. Esta disputa por el control y el liderazgo dentro de la Unión Europea está generando tensiones muy visibles y ha llevado a describir a ciertos organismos diplomáticos como «barcos que se hunden» lentamente ante la pérdida de relevancia frente al ejecutivo central.
El conflicto principal radica en que la Comisión está duplicando de manera sistemática los servicios y funciones que ya deberían ser competencia exclusiva del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE). Según las fuentes citadas por el medio, este último organismo está perdiendo eficacia de manera alarmante y se percibe internamente como un despilfarro de recursos dentro de la estructura burocrática de la Unión Europea. Los funcionarios describen un ambiente de desánimo generalizado, sintiendo que sus labores diplomáticas están siendo absorbidas por la maquinaria de la Comisión, lo que deja al servicio exterior en una posición de debilidad institucional cada vez más notoria y preocupante para sus miembros.
Desde su creación a finales de la década de 2010, el servicio diplomático ha sufrido una fuga constante de su personal más cualificado hacia otras áreas con mayor proyección. La mayoría de los directivos y expertos han optado por trasladarse a trabajar directamente para la Comisión, la cual está usurpando poco a poco las competencias originales de la diplomacia comunitaria. Expertos señalan que, en teoría, el análisis estratégico debería nacer del servicio exterior para luego coordinarse con la Comisión, pero la realidad actual de la Unión Europea es que todo el análisis político se está centralizando directamente bajo el mando de Von der Leyen, saltándose los canales tradicionales de consulta.
Centralización del mando
Un ejemplo muy claro de esta tendencia centralizadora se dio a conocer a principios de noviembre con la creación de una nueva unidad de inteligencia dentro de la propia Secretaría de la Comisión. Esto ocurre a pesar de que la Unión Europea ya cuenta con un centro de inteligencia establecido y una dirección militar específica para estas tareas en el Estado Mayor. Analistas como Sébastien Maillard sugieren que el objetivo final podría ser convertir al servicio exterior en una simple dirección general más, restándole su autonomía original, aunque los tratados fundacionales del bloque no contemplan este tipo de subordinación directa que se está imponiendo en la práctica diaria.
Desde que asumió su importante cargo a finales de 2024, Kaja Kallas ha tenido enormes dificultades para encontrar su propio espacio y salir de la alargada sombra de la presidenta de la Comisión. Von der Leyen ha tomado el protagonismo absoluto en los temas más delicados de la agenda internacional, como la gestión de la crisis en Ucrania, los conflictos en Oriente Medio y el desarrollo de la defensa común. Esta dinámica ha dejado a Kallas en un segundo plano, luchando por ejercer su papel de jefa de la diplomacia de la Unión Europea mientras las decisiones cruciales de defensa y seguridad parecen tomarse en otros despachos presidenciales.
Bloqueos políticos
La rivalidad política ha llegado a niveles personales y administrativos, como lo demuestra el reciente bloqueo del nombramiento de Martin Selmayr, un movimiento que generó mucho ruido en Bruselas. Según reportes de medios especializados como Politico, Kallas intentó traer de vuelta a la capital belga a este antiguo secretario general, quien podría haber funcionado como un contrapeso o rival para Von der Leyen dentro de la jerarquía de la Unión Europea. Sin embargo, la maniobra fracasó rotundamente cuando la dirección de la Comisión rechazó su candidatura para ser secretario general adjunto del servicio exterior, impidiendo que ocupara un puesto clave en la estructura de poder.
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