
CIUDAD DE MÉXICO.— Alberto Capella, consultor, comentarista y articulista en seguridad, publicó un artículo en el periódico El Universal titulado: “Lo que viví en la marcha: crónica, análisis y la lógica de una ‘autocracia pasiva‘”, donde relata en nueve puntos lo que vivió ese día y al final plantea la conclusión desde su propia experiencia.
Alberto Capella fue secretario de Seguridad en Tijuana, Baja California, así como en los estados de Morelos y Quintana Roo. Es fundador de AC Consultores, empresa especializada en inteligencia táctica y operativa en materia de seguridad.
El editorialista explica que estuvo presente el sábado 15 de noviembre en la marcha convocada por la Generación Z y otros grupos ciudadanos, “cuyo detonante principal fue el terrible asesinato del alcalde Carlos Manzo“, ocurrido el 1 de noviembre pasado, en Uruapan, Michoacán.

Asegura que se trató de “Una marcha de múltiples sectores ciudadanos, profundamente espontánea y pacífica”, que comenzó a las 11 de la mañana y que, “Desde el inicio quedó claro que se trataba de una movilización plural”.
Agrega que, “El ambiente era pacífico, indignado y decidido. Durante más de tres horas, desde Reforma hasta Eje Central, el flujo fue un río humano ininterrumpido”.
Considera que, al llegar al Zócalo, pudo observar “un operativo diseñado para inhibir, no para proteger“. Explica que se trataba de “un operativo que no buscaba proteger monumentos ni facilitar la llegada de la ciudadanía, sino inhibir la concentración masiva”.
Violencia colocada al paso de la ciudadanía

En su artículo, Alberto Capella asegura que, “Al ingresar por 5 de Mayo, lo primero que encontramos fue a un grupo de jóvenes atacando las vallas en la lateral de la Catedral, justo en el punto donde entraba la ciudadanía pacífica”.
Y añade: “Colocar un foco de violencia exactamente en la entrada no es accidental; es una táctica clara de inhibición”.
Principal foco de violencia: frente a Palacio Nacional
Subraya: “El grupo más numeroso de vándalos se encontraba frente a Palacio Nacional, donde la agresión fue más intensa y prolongada”.
Y puntualiza, “La mitad de las vallas derribadas eran las del frente de Palacio Nacional, no las de Catedral. Ese fue el punto de confrontación más grave”.
En su opinión y por experiencia propia, consideró que, los “policías antimotines: también fueron víctimas”.
Alberto Capella precisa, “también fueron víctimas de una ecuación política que los mantuvo estáticos, recibiendo agresiones sin autorización para intervenir”. “Cuando finalmente los ‘soltaron’, reaccionaron con fuerza”, añade.
Cohetones confundidos con disparos

El columnista explica que, “Los cohetones tenían un impacto auditivo brutal. Mucha gente —especialmente quienes no están habituados a protestas— pensó que eran disparos”. Y asegura, “Ese estruendo fue determinante para que miles optaran por no ingresar al Zócalo”.
¿Por qué no se llenó el Zócalo si la marcha era enorme?
Se pregunta Capella, ¿Por qué no se llenó el Zócalo? y responde, “Porque el Zócalo estaba operado para no llenarse“, agrega, “Cada contingente llegaba, veía el escenario y optaba por retirarse”, por lo tanto, “La falta de concentración no fue espontánea: fue inducida”.
La “autocracia pasiva”

CIUDAD DE MÉXICO, March/Marcha-Generación Z.- 15 de noviembre del 2025. Enfrentamiento entre manifestantes y policía capitalina en el Zócalo. Foto: Agencia EL UNIVERSAL/Gabriel Pano/ARMM
Alberto Capella explica qué es la “autocracia pasiva”, es “la conducta política que explica lo ocurrido”.
“Lo que viví recuerda al comportamiento “pasivo-agresivo”: una forma de agredir disfrazando la intención”, señala el columnista y, asegura que, “En política, eso tiene nombre: autocracia pasiva”.
De esta manera, explica Capella, una autocracia pasiva no prohíbe de frente, no reprime abiertamente, y no declara censura, “pero diseña todo para enviar un mensaje contundente desde Palacio Nacional”: “El Zócalo es de nuestro movimiento”.
“Mi conclusión personal”

Como conclusión, Alberto Capella dice en su artículo: “Vi una marcha enorme, plural, pacífica y profundamente ciudadana. Vi indignación y esperanza conviviendo en un mismo espacio. Vi a México caminar con dignidad desde el Ángel hasta las inmediaciones del Zócalo”.
Y también agrega, “Vi policías utilizados y agredidos durante horas. Vi familias atemorizadas por violencia colocada estratégicamente. Y vi un operativo diseñado para alterar la percepción pública de una movilización histórica”.
“La narrativa del caos fue inducida. El sábado no fue desorden espontáneo: fue ingeniería política para controlar la narrativa”, concluye el artículo de Alberto Capella.
El boicot a lo pacifico. pic.twitter.com/Dpwjk2Cnz0
— Alberto Capella (@kpya) November 15, 2025
Aquí el texto íntegro publicado en El Universal:
LO QUE VIVÍ EN LA MARCHA: CRÓNICA, ANÁLISIS Y LA LÓGICA DE UNA “AUTOCRACIA PASIVA”
Por Alberto Capella
Estuve presente en la Ciudad de México durante la marcha convocada por la Generación Z y otros grupos ciudadanos, cuyo detonante principal fue el terrible asesinato del alcalde Carlos Manzo.
Lo que aquí escribo no es especulación ni reconstrucción de terceros: es lo que vi, viví y analicé directamente desde el terreno, con la experiencia de haber encabezado —como activista ciudadano— marchas contra la violencia hace casi 20 años en Baja California y, por otro lado, de haber coordinado como autoridad la atención de manifestaciones masivas. Lo hago con la sensibilidad y el entendimiento de quien conoce estas dinámicas por dentro.
- Una marcha de múltiples sectores ciudadanos, profundamente espontánea y pacífica
La marcha comenzó su desplazamiento alrededor de las 11 de la mañana. Desde el inicio quedó claro que se trataba de una movilización plural, integrada por:
• Familias completas,
• Personas mayores,
• Jóvenes,
• Adultos de todas las edades,
• Profesionistas,
• Grupos de vecinos,
• Ciudadanos sin estructuras corporativas.
Visualmente predominaban:
• Banderas asociadas a la Generación Z,
• Numerosas banderas nacionales,
• Y el color blanco, símbolo universal de paz.
Las consignas fueron permanentes, claras y numerosas:
• Contra Morena,
• Contra Claudia Sheinbaum,
• Contra Adán Augusto López,
• Contra Gerardo Fernández Noroña,
• Y sobre todo, exigencias insistentes de justicia por el asesinato de Carlos Manzo.
El ambiente era pacífico, indignado y decidido. Durante más de tres horas, desde Reforma hasta Eje Central, el flujo fue un río humano ininterrumpido.
- La llegada al Zócalo: un operativo diseñado para inhibir, no para proteger
Al aproximarnos al Zócalo, observé un operativo que no buscaba proteger monumentos ni facilitar la llegada de la ciudadanía, sino inhibir la concentración masiva.
El dispositivo de contención estaba conformado por:
• Vallas metálicas formando una estructura en “L” alrededor de la Catedral y Palacio Nacional,
• Cierre con vallas en Eje Lázaro Cárdenas y Francisco I. Madero,
• Único acceso real por la calle 5 de Mayo.
Este tipo de configuración genera confusión, lentitud, fragmentación y temor.
Quien conoce estas tácticas sabe que están diseñadas para reducir el impacto visual, político y numérico de una concentración ciudadana.
- Primer impacto: violencia colocada exactamente donde ingresaba la ciudadanía
Al ingresar por 5 de Mayo, lo primero que encontramos fue a un grupo de jóvenes atacando las vallas en la lateral de la Catedral, justo en el punto donde entraba la ciudadanía pacífica.
Vi:
• Humo,
• Golpes,
• Antimotines resistiendo,
• Gritos,
• Confusión,
• Rostros llenos de miedo.
Miles de personas se detuvieron o se regresaron.
Colocar un foco de violencia exactamente en la entrada no es accidental; es una táctica clara de inhibición.
- El foco principal de violencia estaba frente a Palacio Nacional
El grupo más numeroso de vándalos se encontraba frente a Palacio Nacional, donde la agresión fue más intensa y prolongada:
• Piedras,
• Botellas,
• Objetos encendidos,
• Cohetones de alto impacto auditivo.
Es esencial puntualizarlo:
La mitad de las vallas derribadas eran las del frente de Palacio Nacional, no las de Catedral.
Ese fue el punto de confrontación más grave.
- Mi sensibilidad hacia los policías antimotines: también fueron víctimas
Debo detenerme aquí.
He estado del otro lado del escudo. Sé lo que implica resistir agresiones directas durante horas.
Ayer observé a policías antimotines soportar más de cinco horas de:
• Pedradas,
• Golpes,
• Botellas,
• Bombas molotov,
• Humo,
• Gas pimienta,
• Otros agentes químicos,
• Y detonaciones de cohetones ensordecedores.
Son seres humanos.
Y también fueron víctimas de una ecuación política que los mantuvo estáticos, recibiendo agresiones sin autorización para intervenir.
Cuando finalmente los “soltaron”, reaccionaron con fuerza.
No justifico excesos, pero comprendo la reacción humana de quien lleva horas siendo atacado.
Ellos también fueron utilizados por el diseño operativo.
- Los cohetones: estruendo que muchos confundieron con disparos
Los cohetones tenían un impacto auditivo brutal.
Mucha gente —especialmente quienes no están habituados a protestas— pensó que eran disparos.
Vi:
• Niños llorando,
• Adultos mayores asustados,
• Familias enteras saliendo apresuradamente.
Ese estruendo fue determinante para que miles optaran por no ingresar al Zócalo.
- ¿Por qué no se llenó el Zócalo si la marcha era enorme?
Porque el Zócalo estaba operado para no llenarse.
Al llegar, la ciudadanía encontraba:
• Violencia colocada estratégicamente,
• Ruido intimidante,
• Humo,
• Embudos operativos,
• Acceso único saturado,
• Cierres de calles,
• Vallas que reducen el espacio útil.
Cada contingente llegaba, veía el escenario y optaba por retirarse.
La falta de concentración no fue espontánea:
fue inducida.
- La dispersión final: persecución y huida por todas las salidas
Cerca de las 4 de la tarde, los antimotines:
• Abrieron el cerco,
• Avanzaron sobre la explanada,
• Y provocaron una huida generalizada.
La gente corrió hacia:
• 5 de Mayo,
• 16 de Septiembre,
• Y Francisco I. Madero,
todas saturadas y convertidas en rutas de escape con embudos formados por vallas.
Fue un momento de pánico para miles.
- La “autocracia pasiva”: la conducta política que explica lo ocurrido
Lo que viví recuerda al comportamiento “pasivo-agresivo”:
una forma de agredir disfrazando la intención.
En política, eso tiene nombre: autocracia pasiva.
Una autocracia pasiva:
• No prohíbe de frente,
• No reprime abiertamente,
• No declara censura…
pero diseña todo para enviar un mensaje contundente desde Palacio Nacional.
“El Zócalo es de nuestro movimiento”.
Opera así:
• Te deja marchar… pero coloca violencia donde llegas.
• Te deja avanzar… pero te fragmenta con embudos.
• No te impide entrar… pero genera miedo para que no te quedes.
• No impide la protesta… pero distorsiona la imagen final.
Es control sin admitirlo.
Es represión sin declararla.
Es autoritarismo administrado.
- Mi conclusión personal
Vi una marcha enorme, plural, pacífica y profundamente ciudadana.
Vi indignación y esperanza conviviendo en un mismo espacio.
Vi a México caminar con dignidad desde el Ángel hasta las inmediaciones del Zócalo.
Vi policías utilizados y agredidos durante horas.
Vi familias atemorizadas por violencia colocada estratégicamente.
Y vi un operativo diseñado para alterar la percepción pública de una movilización histórica.
Lo pacífico fuimos nosotros.
La narrativa del caos fue inducida.









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