
En una clara señal de alarma global, el presidente ruso Vladimir Putin ha dejado entrever que su país está preparado para retomar pruebas de armas nucleares si Estados Unidos decide romper la moratoria vigente desde hace décadas. Putin afirmó que Rusia “siempre ha cumplido estrictamente sus obligaciones” bajo el tratado internacional existente, pero advirtió que, en caso de que EE. UU. o cualquier otro firmante realice ensayos, Moscú “tomará las medidas apropiadas”.
El anuncio se produce luego de que Donald Trump ordenara al Pentágono iniciar de inmediato pruebas de su arsenal nuclear, argumento que utilizará para justificar el regreso de Estados Unidos al terreno de la exhibición armamentística. Trump sostuvo que “otros países ya están en ello” y que su país debe actuar “en igualdad de condiciones”.
Desde Moscú, el ministro de Defensa ruso, Andréi Belousov, fue más allá y señaló que el sitio de pruebas de Nóvaya Zemlya está listo para “una rápida ejecución” de ensayos nucleares si las circunstancias lo requieren. Este archipiélago del Ártico fue escenario de las pruebas soviéticas durante décadas, lo que añade gravedad al mensaje hecho público.
Especialistas en seguridad global advierten que este intercambio de señales es más que un simple espectáculo geopolítico: podría marcar el inicio de una nueva fase en la carrera armamentística mundial, en la que incluso los tratados históricos de no proliferación quedan al borde de la ruptura. El escenario no augura certezas tranquilizadoras.
Para la comunidad internacional, el momento exige vigilancia. Un solo paso fuera de la línea vigente —una detonación, un ensayo con carga nuclear— podría desencadenar reacciones en cadena difíciles de controlar. En este entorno, las palabras de Putin y las acciones de Trump parecen entrelazarse en un juego de escalada que tiene al mundo conteniendo el aliento.








