
El ex vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, falleció a los 84 años, según confirmaron sus familiares. Considerado uno de los políticos más influyentes y controvertidos de las últimas décadas, Cheney murió la noche del lunes tras sufrir complicaciones derivadas de una neumonía y problemas cardiacos y vasculares que arrastraba desde hace años. Su muerte marca el fin de una era en la política estadounidense.
Nacido en Lincoln, Nebraska, en 1941, Cheney comenzó su carrera política en la administración de Gerald Ford y rápidamente se consolidó como un operador clave dentro del Partido Republicano. Su llegada a la vicepresidencia en 2001 junto a George W. Bush redefinió la figura de este cargo, tradicionalmente considerado secundario, convirtiéndolo en un centro de poder real y decisivo en la toma de decisiones.
Durante su mandato, Cheney se destacó por su papel activo en la política exterior y de seguridad. Fue uno de los principales arquitectos de la guerra contra el terrorismo tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, y promovió la invasión de Irak en 2003 bajo el argumento de que ese país poseía armas de destrucción masiva, un hecho que nunca se comprobó. Su influencia en la Casa Blanca fue tal que muchos analistas lo calificaron como uno de los vicepresidentes más poderosos en la historia de Estados Unidos.
Además de la política internacional, Cheney dejó una huella en la seguridad nacional. Impulsó la expansión de la Oficina del Vicepresidente y desarrolló un equipo de seguridad que actuaba como un verdadero centro de poder paralelo al Ejecutivo. También promovió técnicas de interrogatorio “mejoradas” contra sospechosos de terrorismo, prácticas que organismos internacionales consideraron tortura, lo que generó polémica y debates sobre los límites del poder y los derechos humanos.
Su vida personal estuvo marcada por problemas de salud que lo acompañaron durante décadas. Cheney sufrió su primer infarto a los 37 años, se sometió a varios procedimientos cardiovasculares y en 2012 recibió un trasplante de corazón. A pesar de estas dificultades, mantuvo un papel activo en la política y en la defensa de las políticas de seguridad que promovió durante su mandato.
Cheney también dejó un legado político familiar. Su hija, Liz Cheney, se convirtió en legisladora y figura destacada dentro del Partido Republicano. Sin embargo, su postura crítica hacia Donald Trump y su apoyo al juicio político contra el expresidente la colocaron en el centro de la controversia, reflejando la influencia de la familia Cheney en la política estadounidense contemporánea.
Historiadores y analistas coinciden en que Cheney transformó la función de vicepresidente, demostrando que el cargo podía ejercer poder real y definir políticas clave, especialmente en momentos de crisis nacional. Su legado sigue siendo objeto de debate: mientras algunos destacan su firmeza en defensa de la seguridad nacional, otros critican sus decisiones como responsables de conflictos y prácticas controvertidas a nivel internacional.








