
4-Noviembre-2025- Bélgica en el centro de la polémica
Un verdadero escándalo se ha desatado en Bélgica tras el inicio de las entregas de los aviones de combate F-35, fabricados por la empresa estadounidense Lockheed Martin. Lo que debía ser un símbolo de modernización militar se ha convertido en motivo de burla internacional, luego de que el ministro de Defensa, Theo Francken, admitiera que el espacio aéreo belga es “demasiado pequeño” para las misiones de entrenamiento de los nuevos cazas. La declaración, recogida por el medio 20minutes, encendió la polémica y desató críticas tanto dentro como fuera del país.
“Hazmerreír de Internet” y críticas crecientes
El propio Francken reconoció que Bruselas está negociando acuerdos de cooperación con Italia y los Países Bajos para poder entrenar a sus pilotos fuera de territorio belga. Sin embargo, esta confesión convirtió al país en el “hazmerreír de Internet”, donde usuarios ironizan sobre cómo una nación que invirtió miles de millones de euros no tiene espacio suficiente para volar sus cazas. Analistas militares señalan que este episodio refleja una falta de planificación estratégica y evidencia cómo el programa F-35, concebido para grandes potencias, no se adapta fácilmente a países con recursos y territorio limitados.
Más allá del tema del espacio aéreo, los F-35 están generando preocupación entre los residentes cercanos a las bases aéreas debido a su alto nivel de ruido. El propio Ministerio de Defensa belga distribuyó folletos informativos donde admite que el avión tiene “casi el doble de potencia de motor que el F-16” y produce un sonido más grave y pulsante. Los expertos aseguran que el F-35 es cinco veces más ruidoso que sus predecesores, lo que amenaza con desatar conflictos con comunidades locales, especialmente en zonas densamente pobladas como Florennes y Kleine-Brogel.
Costos fuera de control y dudas operativas
El alto costo operativo de los F-35 es otro de los factores que agravan el malestar. Según los cálculos oficiales, una hora de vuelo cuesta entre 40.000 y 50.000 euros, convirtiéndolo en uno de los cazas más caros del mundo. Con ese nivel de gasto, los analistas sugieren que Bélgica solo podrá mantener un número limitado de salidas, afectando la eficiencia de su fuerza aérea. Además, uno de los cuatro primeros aviones entregados en octubre ni siquiera logró llegar al país debido a un problema técnico ocurrido en las islas Azores, lo que reavivó las críticas sobre la fiabilidad del modelo.
En 2018, Bélgica firmó un contrato de 5.600 millones de euros para adquirir 34 aviones F-35, destinados a reemplazar a los veteranos F-16. Tres unidades ya aterrizaron en Florennes, pero la recepción fue menos entusiasta de lo esperado. Los medios locales hablan de un “fiasco anunciado” y cuestionan si la inversión fue realmente necesaria para un país con un espacio aéreo tan limitado. Incluso dentro del Parlamento belga, partidos opositores han pedido una revisión del acuerdo y una auditoría independiente sobre los costos ocultos del programa.
Valor agregado – análisis crítico
El caso del F-35 en Bélgica es un claro ejemplo de cómo la carrera tecnológica militar puede superar las necesidades reales de defensa nacional. Bélgica parece haber priorizado la imagen internacional por encima de la funcionalidad, comprometiéndose con un proyecto que exige más recursos, espacio y capacidad logística de los que posee. Este episodio debería servir como lección para otros países europeos que buscan modernizar sus ejércitos: no todo avance tecnológico es necesariamente una mejora estratégica. La clave está en adaptar la defensa a la realidad nacional, y no al revés.






