27 – OCTUBRE – 2025 – INTERNACIONAL. El camino del éxito puede estar lleno de sorpresas, y para Ben Giles, el olor nauseabundo de la descomposición y la suciedad extrema fue la señal de una oportunidad de oro. Ben, de 49 años, comenzó su vida laboral limpiando ventanas en un pequeño pueblo del oeste de Gales, sin imaginar que ese humilde comienzo lo llevaría a crear un negocio multimillonario. Su empresa se ha especializado en la limpieza de las secuelas más difíciles e impactantes: las escenas de crímenes. Este limpiador de crímenes, con 25 años de experiencia, ha perfeccionado la técnica de eliminar cualquier rastro biológico o mancha causada por los peores sucesos, desde derrames y explosiones hasta los rastros de cuerpos descompuestos.

El Descubrimiento de un Novedoso Nicho
Todo comenzó por casualidad. Un cliente habitual de limpieza de ventanas le pidió a Ben que lidiara con una propiedad que había estado abandonada por una década. Al abrir la puerta, el hedor era tan insoportable que uno de sus ayudantes vomitó dentro de su mascarilla de poliéster. Ben relató que la escena era de pesadilla: una bañera completamente llena de heces, el inodoro desbordado y un suelo que se movía por la cantidad de pulgas. A pesar de la falta de equipo especializado inicial, Ben y su equipo lograron la limpieza. El momento clave llegó al facturar: US$2.664. Ben se dio cuenta de que si podía cobrar un precio tan alto por esa limpieza, el potencial era inmenso. «Pensamos: ‘Si pudiéramos ganar tanto dinero con esto, ¿qué sería lo peor que podríamos limpiar?’. Al final, limpiaríamos cualquier cosa», recuerda este limpiador de escenas.
De las Ventanas a los Residuos Biológicos
El primer encargo en este nuevo y macabro nicho fue la limpieza de una vieja casa de campo donde el cuerpo de un hombre que había muerto no fue descubierto hasta dos meses después. La descomposición había traspasado la alfombra, el suelo de madera y había llegado hasta el hormigón. Ben describió la experiencia como un desastre inicial: al abrir la puerta, un enjambre de moscas azules salió volando y el equipo tuvo que lidiar con la tarea de extraer fluidos corporales de ocho semanas del hormigón sin saber si portaban patógenos. En un intento desesperado por contrarrestar el olor, se ponían Vicks y cáscara de naranja bajo la nariz, un método que hoy resulta divertido pero que refleja su inexperiencia inicial como limpiador extremo.

La Acreditación y la Variedad de Horrores
Ben Giles fue uno de los pioneros en el sector, y curiosamente, obtuvo su acreditación inicial para la limpieza de riesgos biológicos en el año 2000… limpiando salsa de tomate de un escritorio. Él mismo lo describe como algo «divertidísimo» y sin relación alguna con la crudeza del trabajo real que le esperaba. Veinticinco años después, su empresa no ha rehusado ningún trabajo. Este limpiador de sucesos ha visto de todo, desde la limpieza del cadáver descompuesto de una ballena de 20 toneladas en la costa hasta baños de sangre completos y las secuelas de asfixia en casas de acaparadores. El hedor es una constante, y Ben explica que el olor de un cuerpo varía dramáticamente según la grasa corporal, incluso si el tiempo de descomposición es el mismo.
El Precio Mental del Trabajo: Afrontando lo Inimaginable
A pesar del crecimiento de su negocio, que pasó de dos o tres trabajos al mes a entre 50 y 100 semanales, el costo mental para este limpiador profesional es alto. Ben admite que no es un trabajo para cualquiera, y que algunos casos lo han marcado profundamente durante años. Recuerda el caso trágico y violento de un hombre que golpeó a su esposa y la dejó en casa por tres días; una escena con sangre salpicada por doquier que lo dejó con un sentimiento de profunda pena por la víctima. También tuvo que lidiar con la desgarradora escena de un bebé muerto por un perro, escuchando el llanto de la familia en la habitación contigua mientras realizaba su labor.







<



