
La cristalografía de rayos X es una fascinante técnica científica que ha sido fundamental en más de una veintena de Premios Nobel, aunque su nombre a menudo permanece desconocido para el público general. Esta técnica permite a los investigadores determinar las estructuras atómicas y moleculares de diversos materiales, desde pequeños metales hasta complejas proteínas, estudiando cómo los rayos X se difractan o desvían al interactuar con cristales. Su importancia no solo se limita a la Tierra; en 2012, el rover Curiosity de la NASA la utilizó por primera vez en otro planeta, Marte, para analizar la composición de la arena y buscar rastros históricos de agua.
Revelando Estructuras Atómicas desde Marte a la Medicina
El trabajo pionero de William y Lawrence Bragg les valió el Premio Nobel de Física en 1915, sentando las bases de esta técnica. En la actualidad, el análisis de las estructuras atómicas y moleculares reveladas por la cristalografía de rayos X ha impulsado avances increíbles en numerosos campos. Ha sido crucial para diseñar medicamentos más eficaces, desentrañar la doble hélice del ADN e incluso optimizar la fabricación de mejores baterías. Por ejemplo, los datos del Curiosity en Marte han dado credibilidad a la hipótesis de que el planeta rojo tuvo grandes masas de agua hace apenas unos cientos de miles de años, un hallazgo que Michael Velbel, de la Universidad Estatal de Michigan, califica como un gran paso para «empezar a entenderlo».

El proceso de la cristalografía de rayos X comienza en el laboratorio, donde los científicos, o «cristalógrafos», buscan determinar qué átomos componen un material y cómo se unen. El paso inicial y a menudo más complicado es conseguir que el material en estudio, como una proteína, forme cristales a una escala diminuta. Las condiciones deben ser perfectas, y una cristalógrafa como Chrystal Starbird puede pasar meses probando cientos de enfoques diferentes (químicos, temperaturas, humedad) antes de que la técnica funcione. Una vez que el cristal se forma, se coloca en un difractómetro, donde el patrón de difracción de los rayos X crea una «huella digital» específica de su composición química.
Un ejemplo de la dedicación requerida por esta técnica es el trabajo de Dorothy Hodgkin. Ella pasó 34 años, desde la década de 1930, utilizando la cristalografía de rayos X para descifrar la estructura de la insulina, una hormona vital para los diabéticos. A pesar de que obtener los cristales no fue difícil, la complejidad de la molécula (con 788 átomos) hizo que cartografiarla fuera un proceso arduo con los métodos iniciales. Su logro facilitó enormemente la producción en masa de insulina y le valió el Premio Nobel de Química de 1964. Hodgkin también fue clave para determinar las estructuras de la penicilina y la vitamina B12.
La Técnica Impulsa el Descubrimiento de Fármacos y las Nuevas Tecnologías
La cristalografía de rayos X sigue siendo una técnica indispensable en la actualidad, especialmente en el descubrimiento de fármacos. Según Rob van Montfort, del Instituto de Investigación Oncológica de Reino Unido, la cristalografía revela imágenes que muestran exactamente cómo se une un compuesto a una molécula clave del organismo, lo que permite a los científicos diseñar medicamentos para bloquear o controlar proteínas específicas en enfermedades como la anemia falciforme o ciertos tipos de cáncer. Esta capacidad de visualización molecular a escala atómica es lo que la convierte en una herramienta insustituible.
Los avances recientes han hecho que esta técnica sea más rápida y potente. Instalaciones especializadas como Diamond Light Source en Reino Unido utilizan haces de rayos X para examinar el potencial medicinal de cientos de compuestos en una sola noche. Además, esta técnica está siendo utilizada en el desarrollo de baterías, una tecnología crucial para la transición energética. La cristalografía de rayos X permite observar cómo se degradan los materiales internos de las baterías de iones de litio, revelando cómo cambian las capas que permiten el movimiento de iones. Al entender estos cambios estructurales, los científicos pueden prolongar la vida útil de las baterías y mejorar su rendimiento.
