
En medio de la devastación, la crisis de agua en Gaza se ha vuelto una de las caras más dramáticas del conflicto. La imagen de niños palestinos descalzos corriendo tras un camión con un tanque vacío refleja la desesperación de miles de familias que ya no tienen acceso seguro al agua potable. Lo que alguna vez fue un recurso básico hoy se percibe como un lujo inalcanzable en los campos de refugiados.
El agua potable como recurso escaso
La situación se agravó después de que las instalaciones de desalinización y saneamiento en Gaza fueran destruidas, lo que dejó a la población prácticamente sin opciones para obtener agua limpia. Los sistemas que antes garantizaban el suministro están inoperantes, obligando a los habitantes a depender de tanques improvisados o de la solidaridad de comunidades cercanas. Esta precariedad pone en riesgo no solo la salud, sino también la dignidad de miles de personas.
Impacto en la infancia palestina
Los más afectados por la crisis de agua en Gaza son los niños. Médicos y organismos humanitarios advierten que la deshidratación y las enfermedades transmitidas por el consumo de agua contaminada se han disparado en la franja. El simple hecho de beber de fuentes inseguras aumenta los riesgos de infecciones intestinales, desnutrición y otras complicaciones que golpean con más fuerza a los menores de edad.
Además de los problemas de salud, el escenario ha deteriorado las condiciones de vida en los campos de refugiados, donde la rutina diaria se centra en conseguir un poco de agua para cocinar, lavar o hidratarse. La población, ya vulnerable por la falta de alimentos y medicamentos, ahora enfrenta esta nueva amenaza silenciosa que no distingue edades.