
La aparición de Tilly Norwood, una “actriz” generada mediante inteligencia artificial, ha encendido las alarmas de la comunidad artística. El sindicato SAG‑AFTRA, que agrupa a más de 160 000 profesionales del medio en EE. UU., ha emitido un rechazo frontal a la idea de que una IA ocupe un rol actoral sin reconocimiento ni compensación para quienes prestan su trabajo humano.
El conflicto apunta directamente a la ética del uso de tecnologías creativas: ¿puede una entidad digital reemplazar el talento humano? SAG‑AFTRA argumenta que detrás de la creación de Tilly Norwood hay una apropiación del trabajo de actores reales —sin permiso ni remuneración— para “entrenar” el personaje sintético.
Postura oficial del sindicato
El comunicado del sindicato señala con firmeza que Tilly Norwood “no es una actriz”, pues carece de vivencias, emociones y experiencia. Según SAG‑AFTRA, el público demanda conexión humana, no números y píxeles. Además, advierten que cualquier agencia que se plantee representarla debe respetar obligaciones contractuales y negociaciones previas, para proteger los derechos de los intérpretes.
Respuesta del creador del proyecto
Frente a las críticas, la creadora de Tilly, Eline Van der Velden, defendió su proyecto como una forma de arte, no una competencia frente al ser humano. Comparó la IA con herramientas como la animación o el CGI: medios que expanden la narrativa sin menoscabar el valor de la interpretación en vivo.
Ella afirma que el propósito no es desplazar actores, sino abrir caminos narrativos nuevos con una “nueva herramienta, un nuevo pincel”. En su visión, Tilly es un ejercicio creativo, no una amenaza para el mundo real de las artes escénicas.
Aunque el debate estaba centrado en las implicaciones laborales, conviene añadir un elemento complementario: hasta ahora no hay normativa clara en muchos países que regule la utilización de imágenes generadas por IA en el entretenimiento, ni derechos para quienes fueron “inspiración” en los procesos de entrenamiento de modelos. Esta laguna legal podría intensificar los conflictos entre innovación tecnológica y protección de los trabajadores creativos.