22 de Septiembre del 2025.- El presidente ruso, Vladímir Putin, ha enviado un mensaje claro y contundente a Occidente, advirtiendo que la respuesta rusa a cualquier amenaza estratégica no se limitará a las palabras, sino que se traducirá en “medidas técnico-militares”. Esta declaración se produjo durante una reunión de su Consejo de Seguridad del Kremlin, donde el mandatario acusó a Estados Unidos y sus aliados de degradar la estabilidad global. A pesar de la dura retórica, Putin sorprendentemente dejó abierta la puerta a una posible extensión temporal del único pacto de desarme nuclear que aún vincula a Washington y Moscú, el Nuevo START, que expira en febrero de 2026.
La propuesta de Putin sugiere prolongar el tratado por un año, condicionando esta extensión a que Washington actúe de manera “análoga” y evite pasos que “minen o destruyan la actual equivalencia” en las capacidades de disuasión nuclear. Este gesto diplomático, aunque inesperado dadas las actuales tensiones bilaterales, subraya el descontento creciente de Moscú con las políticas de defensa occidentales. Sin embargo, la oferta vino acompañada de una fuerte crítica al “desmantelamiento” del sistema de acuerdos sobre control de armas, atribuido por el líder ruso a las “acciones destructivas” de Occidente, sentando las bases para una potencial respuesta rusa en el plano militar.
La Respuesta Rusa ante la Degradación Estratégica
Putin fue explícito al señalar que los problemas acumulados en la esfera estratégica se vinculan directamente con las acciones de Occidente, sus doctrinas desestabilizadoras y los programas militar-técnicos que, según Moscú, buscan una superioridad absoluta. Fue en este contexto donde el mandatario lanzó su advertencia más severa: “Nadie debe tener ninguna duda. Rusia está en disposición de responder a cualquier amenaza (…), responder no de palabra, sino con la adopción de medidas técnico-militares”. Esta afirmación recalca la seriedad con la que Rusia percibe los movimientos estratégicos de Occidente y la firmeza de su potencial respuesta rusa.
Como ejemplo de esta postura, Putin recordó la reciente decisión de Rusia de abandonar la moratoria unilateral sobre el despliegue de misiles terrestres de corto y medio alcance (INF). Esta medida, tomada a finales de 2023, fue justificada como una respuesta rusa “forzada” al despliegue de sistemas análogos por parte de Estados Unidos en Europa y la región de Asia-Pacífico, que, según Moscú, “amenazan directamente la seguridad de Rusia”. Estas acciones demuestran una tendencia de escalada y desescalada simultánea, donde la diplomacia se mezcla con claras advertencias militares.
Putin también instruyó a sus agencias de seguridad y defensa a analizar “escrupulosamente” las actividades estadounidenses en relación con arsenales estratégicos, sistemas de defensa antimisiles y planes para desplegar armamento en el espacio. Advirtió que la implementación de tales acciones “podría anular nuestros esfuerzos por mantener el statu quo en el ámbito del START”, prometiendo una “reacción adecuada”. A pesar de esta retórica bélica, el presidente ruso insistió en que Moscú no busca una escalada mayor, asegurando la fiabilidad de sus fuerzas de disuasión y su falta de interés en avivar una carrera armamentista, sino en una legítima respuesta rusa.
Las amenazas de Putin de una respuesta rusa militar tienen ecos históricos de la Guerra Fría, cuando la doctrina de la «destrucción mutua asegurada» (MAD) mantenía un frágil equilibrio de poder. En aquel entonces, tanto Estados Unidos como la Unión Soviética desarrollaron vastos arsenales nucleares y sistemas de entrega, con cada movimiento siendo monitoreado y respondido por el otro bando. La historia de las relaciones nucleares entre las superpotencias está marcada por periodos de tensión y relajación, donde los tratados de control de armas como el START fueron fundamentales para evitar una escalada incontrolable. La actual situación, con la posible caducidad del Nuevo START y la ausencia de un marco de diálogo robusto, evoca los momentos más peligrosos de esa era, destacando la necesidad urgente de mantener canales de comunicación abiertos y acuerdos que limiten la proliferación y el uso de armas estratégicas para evitar una respuesta rusa indeseada.
La propuesta de Putin, por tanto, parece un intento de reabrir una pequeña ventana para el diálogo estratégico, incluso en medio de otros conflictos como la guerra en Ucrania. El mandatario confía en que su oferta “podría contribuir a la creación de una atmósfera favorable para la reanudación del diálogo estratégico con Washington”, que se encuentra estancado desde hace años. No obstante, dejó claro que cualquier diálogo sustancial requerirá considerar todo el espectro de esfuerzos para normalizar las relaciones bilaterales y resolver contradicciones fundamentales en materia de seguridad, haciendo que la respuesta rusa sea multifacética.
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