17 DE SEPTIEMBRE DEL 2025 – NACIONAL. Las celebraciones del Día de la Independencia de México en Estados Unidos tomaron este año un giro inesperado, transformándose en eventos más íntimos y privados. A diferencia de años anteriores, donde las calles se llenaban de color y algarabía, miles de mexicanos optaron por festejar dentro de sus casas. Esta decisión, motivada por el miedo a los operativos de migración, marcó un cambio significativo en la forma de vivir el festejo mexicano en el extranjero. El bullicio de las calles se trasladó a las cocinas y patios, donde las familias se reunieron para compartir comidas tradicionales como pozole y sopes, en un ambiente de cercanía y seguridad.
La situación es especialmente tensa para los millones de personas indocumentadas, que viven con el constante temor de una separación familiar. Este año, muchos activistas y organizaciones comunitarias pidieron a la gente sin papeles que evitaran las celebraciones públicas para prevenir riesgos. Como resultado, en ciudades como Los Ángeles y Chicago se notó una disminución considerable en la asistencia a desfiles y caravanas. A pesar de la contención, el festejo mexicano no se extinguió; simplemente se adaptó a las circunstancias, mostrando la resiliencia y el ingenio de la comunidad.

Miedo y Resiliencia en el Corazón de la Comunidad Migrante
El miedo a la deportación es un factor real y palpable que afecta a millones de familias. Un análisis de la institución FWD.Us reveló que hay 22 millones de ciudadanos estadounidenses que viven en hogares de estatus migratorio mixto, de los cuales 5.8 millones son niños. Esta realidad crea una tensión constante, ya que un simple olvido de un documento podría derivar en una detención. La advertencia a los padres, incluso a aquellos con residencia permanente, de que no están completamente a salvo es una prueba de la vulnerabilidad que sienten. Así, el festejo mexicano se convierte no solo en una celebración cultural, sino también en un acto de resistencia frente a la adversidad.
La comunidad, lejos de rendirse, ha encontrado nuevas formas de organización. El Instituto Binacional de Desarrollo Humano, por ejemplo, ha creado brigadas con abogados voluntarios para estar listos en caso de detenciones. Esta red de apoyo demuestra que la solidaridad es un pilar fundamental para enfrentar la situación. La celebración mexicana, aunque más discreta, se ha vuelto un espacio para reafirmar la identidad y la unión, no solo entre compatriotas, sino también con familiares anglosajones y amigos de otras minorías. La fiesta íntima se convierte en un símbolo de la lucha y la esperanza.

Un Festejo con Sabor a Hogar y Reflexión
En ciudades como Chicago y Los Ángeles, los testimonios de los activistas y residentes reflejan un cambio profundo en la percepción de la fiesta. Jessica Méndez, directora de operaciones del BIHD, cuenta cómo su propia hija, una ciudadana estadounidense, le aconsejó no salir a las caravanas por miedo a que fuera detenida. Esta nueva dinámica, en la que los hijos protegen a sus padres, habla de una inversión de roles que refleja la constante incertidumbre. El festejo mexicano en su casa, con sopes y películas, se volvió un espacio de convivencia y reflexión sobre la difícil realidad que enfrentan.
Por otro lado, la celebración mexicana en casa de Nezahualcóyotl Roldán, en los suburbios de Chicago, se llenó de pozole y tamales, pero también de conversaciones sobre el miedo y la persecución. La decisión de no asistir al tradicional grito frente a la Torre Trump, incluso para los naturalizados, es un claro indicativo de la atmósfera de vulnerabilidad. La fiesta se impregnó de una mezcla de orgullo y tristeza, donde los mexicanos compartieron sus temores y encontraron consuelo en la compañía mutua, demostrando que la cultura y la comunidad son fuentes inagotables de resiliencia.
