7 DE SEPTIEMBRE DEL 2025- INTERNACIONAL. La exlíder de Myanmar, Aung San Suu Kyi, se enfrenta a un grave deterioro de su salud de Aung San Suu Kyi, según las alarmantes declaraciones de su hijo, Kim Aris. En un llamado urgente por su liberación, Aris ha afirmado que su madre, de 80 años, sufre de problemas cardíacos y necesita atención médica inmediata. Desde el golpe de Estado militar de 2021 que la derrocó, Suu Kyi ha permanecido bajo una custodia que su hijo califica de «cruel y potencialmente mortal», lo que ha generado una profunda preocupación sobre su bienestar.
Kim Aris, quien vive en Londres, ha manifestado su extrema preocupación por la condición de Suu Kyi. Según él, su madre había solicitado ver a un cardiólogo hace aproximadamente un mes, pero no ha podido verificar si su petición fue concedida. La falta de acceso a exámenes médicos adecuados hace imposible saber el estado de su corazón. Además, la ganadora del Premio Nobel de la Paz también padece de problemas en los huesos y encías, y se cree que pudo haber resultado herida en un terremoto que azotó el país en marzo.

Una detención marcada por la historia
La custodia de Suu Kyi se enmarca en un contexto de represión y violencia que ha asolado a Myanmar desde que el ejército tomó el poder. La junta militar justificó el golpe de Estado alegando un fraude masivo en las elecciones de 2020, a pesar de que los observadores electorales no encontraron pruebas de ello. Suu Kyi, un símbolo de larga trayectoria del movimiento prodemocrático, ha sido condenada a 27 años de prisión por cargos de incitación, corrupción y fraude electoral, acusaciones que ella niega rotundamente.
La líder birmana ha pasado casi dos décadas de su vida en detención, incluyendo 15 años bajo arresto domiciliario en su residencia de Yangón, un hecho que subraya la larga historia de su lucha contra el régimen militar. Su último contacto con el mundo exterior fue en una breve aparición ante un tribunal en 2021. La salud de la líder se ha convertido en una preocupación central para la comunidad internacional, con grupos de derechos humanos y gobiernos extranjeros exigiendo su liberación de forma constante.
La farsa de las elecciones y la urgencia humanitaria
En un intento por consolidar su poder, el gobierno militar planea celebrar nuevas elecciones a partir de finales de diciembre. Sin embargo, estos comicios están siendo boicoteados por grupos opositores, incluido el partido de Suu Kyi, y solo se permitirá la participación de los partidos aprobados por los militares. Los gobiernos occidentales han criticado la votación, viéndola como un intento de legitimar el control de los generales. Mientras el ejército lleva a cabo esta farsa política, la condición de Suu Kyi sigue siendo un tema de suma urgencia.
La incertidumbre sobre la salud de Suu Kyi es un reflejo de la opacidad del régimen militar. Las llamadas de Reuters para obtener un comentario del gobierno interino no han sido respondidas, lo que aumenta las dudas sobre su bienestar. La falta de información verificable ha forzado a su hijo a hacer un llamado público desesperado, esperando que la presión internacional logre lo que la diplomacia no ha podido: que se le brinde la atención médica que necesita y que sea liberada, junto a todos los presos políticos, antes de que sea demasiado tarde.
Aunque la junta militar justificó su golpe de Estado en 2021 con acusaciones de fraude electoral, la realidad es que observadores internacionales independientes desmintieron estas afirmaciones. Organizaciones como el Centro Carter, que envió una misión de observación, concluyeron que las elecciones de 2020 fueron creíbles, justas y representaron la voluntad del pueblo birmano, a pesar de las dificultades logísticas y las restricciones impuestas por la pandemia. Este hecho, que contradice directamente la narrativa del ejército, demuestra que el golpe y el posterior encarcelamiento de Suu Kyi no fueron una respuesta al fraude, sino una toma de poder planificada para revertir el avance democrático y silenciar a la oposición legítima del país.