
2 SEPTIEMBRE 2025- INTERNACIONAL- Un nuevo terremoto de magnitud 5.2 ha sacudido las ya castigadas zonas del este de Afganistán, donde el sismo del pasado domingo ha dejado un saldo de más de 1,400 muertos y 3,100 heridos. El epicentro de este nuevo movimiento telúrico se localizó a 34 kilómetros al noreste de la ciudad de Jalalabad, en la provincia de Nangarhar, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). Aunque las autoridades talibanes han informado que este nuevo sismo no ha causado víctimas mortales adicionales, la constante amenaza de réplicas mantiene en vilo a los supervivientes y complica las labores de rescate en una de las mayores tragedias que ha enfrentado el país en décadas.
En las áreas más afectadas por el primer terremoto, algunas de ellas casi totalmente aisladas, las operaciones de rescate han continuado sin descanso. El portavoz de los talibanes, Hamdullah Fitrat, ha señalado que se han desplegado comandos aéreos para llegar a los lugares de difícil acceso y evacuar a los heridos. No obstante, las dificultades del terreno y la falta de infraestructura han dificultado enormemente la llegada de ayuda. En lugares como el valle de Dewagal, muchos heridos siguen atrapados bajo los escombros, mientras los residentes locales luchan por rescatarlos con herramientas básicas, como palas y picos, a falta de equipos de rescate profesionales.

El relato de Abdul Majeed, un hombre de 55 años que perdió a cuatro miembros de su familia, incluyendo a su esposa y tres de sus hijos, en el primer sismo, pone de manifiesto la magnitud de la tragedia humana. «No nos quedó nada», afirma, en un testimonio que refleja el dolor y la desesperación de miles de familias que lo han perdido todo. La cifra de víctimas ha aumentado de manera constante, y solo en la provincia de Kunar se han registrado 1,411 muertos y 3,124 heridos. Este trágico evento subraya la vulnerabilidad de la población afgana ante los desastres naturales y la urgente necesidad de una respuesta humanitaria a gran escala.
Desafíos en el rescate y la llegada de la ayuda
El acceso a las zonas afectadas es el principal obstáculo para las operaciones de rescate. Residentes locales, como Sultan Mohammad, han descrito cómo deben caminar durante horas por senderos montañosos para llegar a las aldeas más devastadas. La falta de acceso por carretera ha impedido la llegada de equipos y suministros de emergencia, lo que ha dejado a los heridos sin la atención médica necesaria. A las afueras de las áreas más afectadas, equipos médicos voluntarios han establecido clínicas móviles para atender a quienes logran ser transportados desde las zonas del desastre, pero la ayuda no es suficiente para atender la magnitud de la crisis.

El gobierno talibán ha anunciado la creación de campamentos para coordinar la ayuda, pero la situación en el terreno es crítica. La falta de recursos y la inexperiencia en la gestión de desastres a gran escala han hecho que la respuesta sea lenta y desorganizada, lo que ha generado críticas. Además, la situación política del país y las sanciones internacionales han dificultado la llegada de ayuda humanitaria desde el exterior. El país, que ya estaba sumido en una profunda crisis humanitaria, se enfrenta ahora a un nuevo y devastador reto que pone a prueba la capacidad de sus autoridades para proteger y asistir a su población.
El terremoto del pasado domingo no ha sido un evento aislado. El nuevo sismo de 5.2 registrado este martes, y la constante ocurrencia de réplicas, representan una amenaza latente para las comunidades afectadas. Este tipo de eventos sísmicos no solo aumentan el riesgo de que las estructuras ya dañadas colapsen, sino que también generan un profundo trauma psicológico en los supervivientes que temen por su seguridad. La inestabilidad geológica de la región requiere una respuesta de largo plazo que incluya la construcción de viviendas sismorresistentes y la implementación de planes de emergencia efectivos para proteger a una población que vive en constante riesgo.
