Los habitantes de la isla hawaiana de Maui, reducida a cenizas tras los peores incendios en su historia, aguardan con bajas expectativas la visita mañana lunes del presidente de EE.UU., Joe Biden, cuyo silencio ha decepcionado a quienes veían en él a un líder empático.
Según varios residentes de Maui con los que conversó EFE, la visita del presidente y la primera dama, Jill, ha generado escasa expectación y la sensación generalizada es de descontento.
Por ejemplo, Kaoru Matsuda, de 70 años, dijo a EFE que no siente gran interés por la visita de Biden. “No tengo muchas expectativas, no sé qué podría decir el presidente para mejorar nuestra situación”, opinó Matsuda, quien ha vivido toda su vida en Lahaina, un antiguo paraíso tropical ahora convertido en ruinas.
Las llamas devoraron su hogar en Lahaina. Lo perdió todo y, por eso, considera que la ayuda que están presentando las autoridades es insuficiente.
Lo que diga aquí (Biden) no nos sirve. La única ayuda federal que hemos recibido es la de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés), que está repartiendo 700 dólares (unos 642 euros) a las familias afectadas, pero eso no soluciona nada”, afirma Matsuda.
Cuatro días de silencio
La respuesta de Biden está en entredicho porque durante cuatro días no hizo ningún comentario público sobre los incendios, los más mortíferos en la historia de Estados Unidos en más de un siglo y que han dejado al menos 114 fallecidos.
En concreto, Biden habló por primera vez de los incendios el jueves 10 de agosto y no volvió a hacerlo hasta el martes 15, cuando la cifra de fallecidos ya ascendía a 99 personas.
Para, entonces, sin embargo, a Biden ya le habían llovido las críticas por parte de la oposición republicana y de algunos medios por haber respondido el domingo con un seco “sin comentarios” cuando la prensa le preguntó por la tragedia mientras él disfrutaba del fin de semana en su residencia en la playa de Rehoboth, en Delaware.
Esa respuesta supuso un gran contraste con la imagen que Biden ha proyectado de sí mismo durante buena parte de su carrera política, como alguien empático que entiende el dolor de la gente porque él mismo lo ha sufrido en carne propia.
Biden perdió a su primera esposa, Neilia, y a su hija de un año, Naomi, en un accidente de tráfico en 1972 poco después de haber sido elegido senador; y en 2015 su hijo Beau murió de cáncer.
Sin embargo, desde la Casa Blanca han intentado defender la respuesta de Biden y aseguran que, aunque no hizo comentaros públicos sobre la tragedia, estuvo constantemente en contacto con FEMA para coordinar la respuesta al desastre y garantizar que Hawái recibiera toda la asistencia necesaria.
De hecho, la Casa Blanca destaca que Biden aprobó el 10 de agosto una declaración de desastre para Hawái solo horas después de recibir la petición del gobernador de ese estado, el demócrata Josh Green.
El papel de consuelo de los presidentes de Estados Unidos
A los presidentes de Estados Unidos suele atribuírseles un papel especial de consuelo y se les pide que sean capaces de unir a la nación ante terribles tragedias, unos momentos que suelen ser objeto de gran escrutinio público.
Muchos presidentes antes que Biden también han enfrentado críticas por su respuesta ante desastres. El demócrata Barack Obama (2009-2017), por ejemplo, fue objeto de críticas por parte de los republicanos debido a lo que consideraron una respuesta demasiado lenta frente al derrame de petróleo en el golfo de México en 2010.
El republicano Donald Trump (2017-2021) fue duramente criticado por decir durante una visita a Puerto Rico en 2017 que el huracán María que había arrasado la isla no era “una catástrofe real”, como sí lo fue Katrina en 2005, y por haber lanzado papel higiénico a los ciudadanos congregados, lo que despertó gran malestar en la isla.
No obstante, la respuesta presidencial más criticada posiblemente sea la del republicano George W. Bush (2001-2009) a la devastación que dejó el Katrina en la ciudad de Nueva Orleans (Luisiana).
Cuando ocurrió la tragedia, Bush disfrutaba de sus vacaciones en su rancho de Texas, un descanso que no interrumpió y, cuando concluyó, dos días después del paso de Katrina, viajó directamente a Washington sin parar en Luisiana.
La foto de Bush en el avión presidencial Air Force One pasando sobre Nueva Orleans y sin detenerse se convirtió para muchos en símbolo de su indiferencia hacia esa ciudad, de mayoría afroamericana, lo que también despertó cuestiones sobre racismo.
Posteriormente, Bush admitió que esa fotografía no había sido buena idea y que aparecía como alguien “distante” e “indiferente”.
Con información de EFE
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